Las hijas de la tierra de Alaitz Leceaga
Me soltó la mano porque ya no necesitaba seguir apretando: el daño de sus palabras era más intenso y afilado que el dolor en mi mano.
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Las hijas de la tierra de Alaitz Leceaga
Me soltó la mano porque ya no necesitaba seguir apretando: el daño de sus palabras era más intenso y afilado que el dolor en mi mano.
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