Las hijas de la tierra de Alaitz Leceaga
—Algún día, cuando tú desobedezcas, cuando no tengas otra opción que desobedecer, también te odiarán a ti. (…) —No, a mí eso no me pasará, ni a ninguna de mis hermanas. Pero aun así podrías ser un poco más normal. Solo un poco más como se espera que seas —le dije sin mirarla todavía—. Tal vez si finges, algunos bodegueros de la zona se animarían a contratarte más a menudo y podrías dejar de malvivir en esa casucha tuya. (…) —¡Oh, Gloria! Estás muy equivocada si crees que por portarte bien y estar calladita te vas a librar —me dijo—. No nos libramos ninguna. Tarde o temprano harás o dirás algo que no encaje con las normas y con lo que se espera de ti, y entonces verás esa misma mirada de desprecio en sus ojos, pero esta vez dirigida a ti. |