Un triste ciprés de Agatha Christie
A los veintiún años, Mary Gerrard era una criatura encantadora, con la realidad de la rosa silvestre flotando a su alrededor como una aureola; poseía un cuello largo, como de cisne, y nacarado; sus cabellos, de color de oro, enmarcaban su cabeza exquisitamente modelada, cayendo en bucles que reflejaban la luz del sol. Sus ojos, de un color azul oscuro, chispeaban inteligentes
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