Comento algunos de los relatos de esta antología. Los que no comento aquí ya los he reseñado en otros lugares. «LA LIMA DE LOS DESEOS» de José María de Pereda es más que un cuento una reflexión filosófica sobre el devenir de la vida humana que no consigue satisfacción ni sosiego en ningún momento, siempre pendiente del cumplimiento de algún deseo insatisfecho. Esa lima de los deseos roe nuestra tranquilidad e impide la felicidad. «DOS SABIOS» de Leopoldo Alas Clarín es un irónico cuadro de costumbres y retrato psicológico de dos viejos pedantes y misántropos que coinciden en un balneario y se disputan los mejores servicios, la mejor habitación y el mejor lugar en el comedor para acabar descubriendo que son maestro y discípulo aunque no se conocían personalmente. Tras conocerse vuelven a separarse y acaban renegando de la teoría científica compartida. Es un cuento lleno de ironía y crítica social. «EL XESTE» de Emilia Pardo Bazán forma parte de sus «Cuentos del Terruño» y está lleno, como promete su título de color local y galleguismos. Al costumbrismo añade una anécdota irónicamente trágica. Tras la finalización de una obra, que se indicaba colocando una rama (o xeste en gallego—de ahí el título del cuento) en la parte más alta de la obra, el señor convida a los albañiles a una comilona. De esta comilona está excluido Carracha, un pordiosero que sigue a la cuadrilla de obreros. Matías, el más popular de todos apuesta que comerá por tres. Acaba con el estómago reventado y fallece siendo envidiado por Caracha: «…al hincharse los alimentos, el estómago de Matías se abrió y se rajó, como un saco más lleno que su cabida máxima… —El Señor nos dé una muerte tan dichosa—repetía Caracha, sinceramente, pasándose la lengua por los labios…» «LA CAPITANA» de Emilia Pardo Bazán también procede de sus «Cuentos del terruño» y nos presenta a la bandolera gallega Pepona que tiene especialmente aterrorizados a los clérigos, que solían ser sus víctimas favoritas. Cuando encuentra la horma de su zapato en un curita joven que le planta cara pierde su prestigio. Es curiosa la comparación costumbrista que realiza la autora entre el bandolerismo andaluz y el gallego: «La justicia era favorable a Pepona, que llevaba cordiales relaciones con oidores, fiscales y procuradores, y con la aristocracia rural. Jamás intentó aquella sagaz diplomática un golpe contra los castillos y pazos; al revés que los bandidos andaluces —¡profunda diferencia de las razas—, Pepona solo robaba a los pobres trajinantes, arrieros o labriegos que llevaban al señor su canon de renta». «EL FONDO DEL ALMA» de Emilia Pardo Bazán también de la misma colección, nos da la medida de la variedad de los cuentos de la escritora gallega. Es un cuento cruel que podía haber firmado Maupassant. Dos enamorados empalagosos participan en un picnic o jira campestre y al regreso la barcaza en la que vuelven naufraga y el enamorado Cesáreo no puede salvar a su Candelita que se ahoga en el río, la deja hundirse en el gran mar del olvido para poder salvarse: «El peso de su amada le hundía, efectivamente; el abrazo era mortal. Se dejó ir; el agua le envolvió. Su espinilla tropezó con una piedra picuda, cubierta de finas algas fluviales. El dolor del choque determinó una reacción del instinto; ciegamente, sin saber cómo, rechazó aquel cuerpo adherido al suyo, desanudó los brazos inertes; de una patada enérgica volvió a salir a flote, y en pocas brazadas y pernadas de sobrehumana energía arribó a la orilla fangosa, donde se afianzó, agarrándose a las ramas espesas de los salces. Miró alrededor; no comprendía. Chilló, desvariando: —¡Candelita! Candela! La sobrina del arcipreste no podía responder: iba río abajo, hacia el gran mar del olvido». «POLIFEMO» de Armando Palacio Valdés es un precioso y conmovedor cuento. El Polifemo del título es un militar retirado y tuerto (de ahí el culto apodo, hoy impensable). Los niños de la plaza lo temen y lo encuentran terrible por su voz atronadora (era sordo). Uno de estos niños es el narrador que nos cuenta que al solitario Polifemo lo acompaña en sus paseos su perro Muley. Entre los niños de la plaza hay un desgraciado inclusero que no ha conocido el cariño en su corta vida. Es precisamente este huérfano el preferido de Muley. El perro se encariña tanto con el niño que por las noches lo acompaña al Hospicio. Cuando Polifemo se da cuenta, se dirige a los niños para averiguar quien es el raptor de su perro. Tras descubrir el inclusero que es él tiene Polifemo un gesto de ternura que los niños no sospechaban posible, pero, dada la sutileza del relato, el lector sí. + Leer más |