El oficio de escritor de Varios autores
Si me preguntaran: "¿Cree usted que su fe ha estorbado o ha enriquecido su vida literaria?'", contestaría afirmativamente a las dos partes de la pregunta. Mi fe cristiana me ha enriquecido. También me ha estorbado, en el sentido de que mis libros no son lo que podrían haber sido si yo me hubiera dejado llevar de mis impulsos. Hoy sé que Dios no le presta atención a lo que escribimos: sólo lo usa. Soy cristiano, sin embargo, y no me gustaría acabar mi vida con cólera y violencia, sino en paz. La mayor tentación al término de una vida cristiana es el retiro, el silencio. Ahora prefiero el silencio incluso a la música que más amo, porque con Dios no hay silencio. Mis enemigos creen que yo deseo permanecer en el escenario a cualquier precio, que uso la política para sobrevivir. Se asombrarían, en verdad, si supieran que mi mayor dicha consiste en estar solo en mi terraza, tratando de adivinar la dirección del viento por los olores que trae. Lo que temo no es ser olvidado después de mi muerte, sino, más bien, que no se me olvide lo suficiente. Como estábamos diciendo, no son nuestros libros los que sobreviven, sino nuestras pobres vidas las que subsisten en las historias. |