Sula de Toni Morrison
Era malsano, antinatural dejar partir a los muertos con un mero sollozo, un ligero murmullo, un ramo de rosas de buen gusto. El buen gusto estaba fuera de lugar cuando se trataba de la muerte, que constituía la esencia del mal gusto. Y en su presencia tenía que haber rabia y saliva. El cuerpo tenía que moverse y agitarse, y la garganta tenía que dar rienda suelta a todos los anhelos, a la desesperación y a la cólera que acompañan a la estupidez de una pérdida.
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