DESPUES DE TODO de Piedad Bonnett
Los domingos al atardecer son iguales en cualquier lugar de la tierra: difícilmente se escapa de su aire desolado, de su irremediable sensación de vacío. Y si el cielo se tensa en un azul sin nubes, su serenidad nos perturba todavía más, porque pareciera abismarnos a una especie de revelación inminente.
|