Dionisíacas. Cantos I-XII: 1 de Nono de Panópolis
Pero de inmediato, la Néyade se quedó tiesa, porque estaba sin calzado; y acostumbrada a las aguas, se sentía extraña con sus miembros secos. Con raudo pie se agitó la ninfa en el reseco lecho de su arroyo, mas sus rodillas quedaron atrapadas, al clavarse en el barro que las aprisionaba.
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