Cien años de soledad de Gabriel García Márquez
Cuando salió el aire azul de neblina, el rostro se le humedeció como en otro amanecer pasado, y solo entonces comprendió por qué había dispuesto que la sentencia se cumpliera en el patio y no en el muro del cementerio. El pelotón, formado frente a la puerta, le rindió honores de jefe de estado.
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