Uno: por dinero de EVANOVICH
Abrí la puerta principal de un empujón y la falta de aire acondicionado me hizo perder el aliento. El día había pasado de caluroso a bochornoso. El aire era denso y abrasador, y el cielo, calinoso. El sol me hacía escocer la piel. Alcé la vista, protegiéndome los ojos con la mano; casi esperaba ver el agujero de ozono mirándome como el enorme ojo de un cíclope que despidiera mortales rayos radiactivos de lo que fuera.
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