Quince días en las soledades americanas de Alexis de Tocqueville
La lluna llena comenzaba a elevarse por encima de la pradera que acabábamos de atravesar. La mitad de su disco aparecía solitario sobre el horizonte como si de una misteriosa puerta se tratara, a través de la cual nos llegara una luz de otro mundo. El rayo se reflejaba sobre el agua del río y llegaba rielando hasta mí. Sobre el camino trazado por esa pálida luz vacilante avanzaba la piragua india.
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