Esto no se dice de Alejandro Palomas
En mi cabeza cualquier contacto humano ha sido leído y recibido durante muchos años como una amenaza de acercamiento sexual. Peligro. Alarma. Cualquier roce accidental, una caricia, alguien que te toma de la mano en un momento de tensión… todo eso ha sido tortura en vena, porque no ha habido una sola vez en que mi inconsciente no haya sentido una oleada de terror y asco ante la sospecha de que quizá había algo sexual en ese contacto. Desde el mal cerrado capítulo de los abusos, cualquier mano que me buscara quería «hacer eso» conmigo, incluso la de un compañero de clase. Incluso la de mi madre. Sí, también la suya.
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