El último heredero de A. C. Caballero
La casa era estrecha y alargada, una verdadera ratonera sin salida si les habían tendido una trampa. Eduardo contuvo la respiración y avanzó tras su amigo. «¿Qué cojones hago yo en un pueblo perdido de Francia detrás de un tío con un pistola» pensó desesperado y asustado.
|