Perros con placa

Perros con placa es brutal… brutal de brutalmente buena. La estructura es muy original. Dentelladas como prólogo. Incisivos y caninos, que cortan y desgarran. Premolares y molares que trituran y “Mordidas”, que es el perfecto epílogo. Las canciones de rap que se van mencionando a lo largo de la novela son un puntazo, mientras que la acción a raudales, los diferentes escenarios y los capítulos cortos crean adicción. Se agradece que los personajes de uno y otro bando aparezcan sin filtros, con los defectos al descubierto y cargados de verdad.

Se trata de una novela coral, pero todo termina confluyendo en un duelo entre el inspector Caballero, líder del Grupo 11 de la Unidad de Drogas y Crimen Organizado de la Policía Nacional frente a El Gran Can, líder de un grupo de narcotraficantes llamado Los Mastines. Quien intuya que esto va de buenos contra malos estará equivocado porque esto va de instintos animales, de supervivencia, de huidas hacia delante, de medios que se justifican con fines y de personas llevadas al límite.

Mario huye de los buenismos y de los clichés para arriesgar su historia al todo o nada... y sale todo. Y en ese duelo a muerte entre perros callejeros, unos con placa y otros sin ella, los que ganamos somos nosotros, los lectores.