Mi abuelo Karem era un hombre de letras, un intelectual. Fue quien me inculcó el amor por la lectura y el arte, y me ayudó a tener confianza en mí misma. Me acompañaba a la ópera, al teatro, al cine, y me enseñó que la mujer es un ser humano dotado de todas las capacidades, no un mero instrumento para el goce sexual o para traer niños al mundo. Me apoyaba ante los planteamientos retrógrados de mi familia, hasta que falleció hace cinco años y me dejó sola librando mis batallas.
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