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Amberes, siglo XVI, un artista veterano recibe el encargo de pintar una Madonna para adornar el panteón familiar de un rico comerciante. Se trataría de una segunda pieza que acompañaría a un cuadro anterior, de una belleza subyugante, pintado por un joven artista italiano desconocido. al observarlo, el viejo pintor se sentirá abatido y apesadumbrado al entender que su talento dista mucho de alcanzar las cotas del anónimo artista transalpino. Inmerso en ese ambiente dubitativo y depresivo, el viejo recorre las calles en busca de una mujer que le sirva de modelo para su cuadro. Finalmente, halla a esa mujer en un barrio bajo de Amberes. La chica se llama Esther y es la hija del tabernero. Fue adoptada por éste, tras salvarla de un pogromo llevado a cabo en su ciudad de origen, en Alemania. Ambos, muchacha y anciano, desarrollaran una relación de amistad y respeto que irá evolucionando hasta el convulso final del relato. Zweig canaliza a través de esta historia su visión de la naturaleza humana, de la religión y de su influencia en la actuación de las masas; así como su insuperable capacidad empática que le lleva a describir el sentir y padecer de sus personajes con la mayor de las maestrías. Una novela corta cuya lectura no nos llevará más de tres horas y que nos proporcionará imágenes memorables como ésta de la niebla matutina de Amberes: “El pesado manto de niebla con el que la mañana de comienzos de primavera había cubierto la ciudad se había convertido en un pálido velo de plata, que como un tejido de encaje se enredaba en los tejados a dos aguas.” |
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