Fouché. Retrato de un hombre político.

Más que apropiado el título porque ciertamente se trata de un retrato donde el lector, guiado por la mano maestra del que escribe, visualiza con claridad cada una de las aristas del personaje en cuestión.

Los diálogos no se hacen necesarios para describir la más que convulsa sociedad de Francia desde finales del XVIII y más allá. El ritmo narrativo propicia que las descripciones sean tan cercanas y palpables como si nos las estuvieran presentando en una película.

La historia, aún con sus lagunas, es casi magnética. En esa atracción se hace frecuente tomar partido por el protagonista, quizá porque al final todos ansiamos lo que, como pocos, él manejaba con maestría; la capacidad de caer siempre de pie, traiciones y deslealtades aparte.

Durante la lectura, en algunos episodios, es fácil rememorar las andanzas de personajes reales y también ficticios. de el segundo grupo, me quedo con uno literario, Maximilien de "Las benévolas". Y no porque exista un paralelismo entre trayectorias, pero sí en la intención que a los dos se les presupone: la supervivencia propia por encima de cualquier otra.