Leí este libro después de leer 1984 y Un mundo feliz, de modo que la temática distópica no me sorprendió. Sin embargo, este libro es anterior a esos, y tiene el mérito de haber sido escrito a los pocos años de transcurrida la Revolución Rusa, lo que demuestra que Zamiatin percibió los peores excesos a los que podía llevar el comunismo ya a principios del siglo XX. Los personajes no tienen nombre, se designan con números, y todo en sus vidas está controlado y reglamentado. Hasta el tiempo en que se tienen relaciones sexuales, los trabajos, las ocupaciones, etcétera, todo lo controla el Estado totalitario. Excelente para cualquiera que quiera adentrarse en las raíces del género distópico.
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