Desencajada

“La migración también puede ser una enfermedad. al igual que la pérdida de un ser querido, la migración es un duelo. Pierdes la lengua. Pierdes la cultura. Tu identidad. Tus amigos y tu familia. Tu estatus e incluso sufres la pérdida de la tierra. Lloras los paisajes y el clima” ~ Desencajada de Margaryta Yakovenko.

Emigrar no es solo cambiar de lugar, es, también, cambiar de vida, mudar incluso de piel. Se dejan atrás lugares, sabores, olores; se dejan atrás rutinas, amigos, sentimientos. Se carga la maleta con recuerdos que no volverán a ser iguales porque no se regresa al mismo sitio nunca más. Has cambiado tú y han cambiado los que se han quedado. Así, la persona queda desencajada. “La Ucrania a la que creo pertenecer murió en cuanto yo me fui de aquí y ahora es un lugar mitológico que solo yo recuerdo”, señala Yakovenko.

Este es el principal mensaje que me ha transmitido esta historia en la que la protagonista siente su existencia dividida entre la Ucrania que dejó atrás cuando su padre emigró hacia España, arrastrando con él a su madre y a ella, y la vida que tiene en el nuevo país en el que aun se la considera extranjera. “Partir es partirse”, señala y en esa situación “desencajada” uno no sabe dónde encaja. “Uno es del lugar donde están sus muertos”.

Todo cambia y no sólo la situación laboral de su familia –su padre pasa de ser ingeniero a trabajador en el campo o la construcción, y su madre deja de ser enfermera a lavandera–, sino también la estructura de la misma. “A los 8 años ya sé algo que ellos no saben”, explica refiriéndose al idioma. “Leo libros que ellos no entienden; escribo textos que nunca lograrán descifrar del todo”. El idioma tiene un papel especial en esta historia ya que la autora finaliza con una palabra rusa que expresa un sentimiento y es, además, ese bilingüismo un motivo también de ruptura.

Un libro con mucho trasfondo que es mejor que descubráis por vosotros mismos. Es cortito. Poco más de 100 páginas que son una delicia leer.