Diario de un vacío

Shibata, la protagonista de “Diario de un vacío”, lleva una vida anodina. Trabaja en una empresa que fabrica tubos de cartón y, como es habitual, nunca sale a la hora establecida, así que cuando llega a casa solo le da tiempo a comprarse algo de cena en el konbini y darse un baño antes de irse a dormir, y así todos los días. Sabiendo esto no cuesta entender que Shibata decida quedarse embarazada, ya sea una idea abstracta o una realidad. Aunque no se le conoce pareja y no está del todo bien visto ser madre soltera, su nuevo estado gestante le permitirá salir a las 17 (hora de salida real de la empresa) y asombrarse porque en el tren de esa hora viaja gente. También podrá comprar los ingredientes a los propios productores que los venden en el supermercado y preparar comida casera que se llevará también para comer en el trabajo. Además podrá dedicar tiempo a sí misma, ver películas pendientes, caminar desde alguna estación cercana hasta casa, apuntarse a clases de aeróbic para embarazadas.

Aunque a ratos el lector no está seguro de si se trata de un embarazo real o fingido, cualquier persona que lea el libro entenderá los motivos que pueden llevar a Shibata a querer estar embarazada, porque estarlo, aunque parezca increíble, supone ser capaz de administrarse el tiempo libre a su antojo, cuidarse más y disfrutar de la vida. El conocer los relatos de sus compañeras de aerobic, futuras madres reales, es lo que nos hace darnos cuenta del papel reservado a la mujer en Japón, la presión que existe para que cumplan su función y la soledad a la que en realidad se les somete frente a todo el proceso.

Al estar dividida en semanas de embarazo, la novela da la sensación de avance, como si pudieras seguir el proceso en directo, lo cual hace que sea una lectura ágil. Aún así deja un poso profundo a la crítica y reflexión sobre la vida en Japón en general y el papel de la mujer en particular. Muy recomendable.