Pink

Vivir su propia película
Ava tiene claro que necesitaba un cambio en su vida. La cosa es que todo iba bien: unos padres tolerantes, una novia espectacular, ser la mejor de la clase…, todo. Sin embargo, ella quería algo más, quería ser normal, por ello cambia de colegio, se viste de rosa, comienza a alternar con las populares y se presenta al casting del musical de fin de curso. ¡Menudo desastre! Los popus siguen quedando con ella, pero ha terminado trabajando con aquellos con los que no quieren estar nadie, con los técnicos de escenarios, con los frikis.
Este cambio de colegio será una oportunidad para Ava de probar cosas diferentes y una ilusión por encontrar quién es y qué es realmente. de este modo, esta novela juvenil nos propone un inicio diferente a lo que estamos acostumbrados. Ava es una chica alternativa, lesbiana, feminista, y en cierto modo todo aquello que ahora asociamos con lo progresista y libre. Sin embargo, esto a ella se supondrá un corsé que quiere romper, ya que siente la presión de defender lo que siente y lo que piensa sin ni si quiera poder cuestionárselo.
Así comienza su andanza en el Billy Hughes, lugar en el que Ava podrá investigar cómo es eso de ser normal: vestir más «femenina», ver si le gustan los chicos, disfrutar de lo banal y no tener que preocuparse de las reivindicaciones. Con ella viajaremos por todas sus acciones y emociones, aunque como os podéis imaginar este experimento que se propone está avocado al desastre…
Personajes en tribus urbanas
Para que podamos comprender toda las dimensiones en las que se mueve Ava (y de paso el cacao mental que tiene esta muchacha), tenemos que entender los tres grupos sociológicos que nos plantea la novela.
Por una parte, con la Ava del principio y su novia Chloe nos encontramos con la corriente hípster, reivindicativa, asociada con pensamientos progresistas. En ella, los padres de Ava serán la clave para que entendamos el pensamiento de nuestra protagonista, ya que Chloe representará el extremo intolerante de estas ideas. En realidad, es un poco injusto decir esto, ya que las intolerantes son las personas y no las ideas, pero a lo que me refiero es que la defensa y celo para guardar esta manera de ver el mundo es lo que nos lleva a ver una Chloe que coarta la libertad de Ava. Con ella nos acercamos a la cuestión de cómo nos condenan las ideas y cómo debemos hacer una defensa sana de ellas.
Por otro lado, encontramos a los denominados pastelitos. Estos son los nuevos amigos de esa Chloe que se viste de rosa y quiere enamorarse de un chico. Para ella representan la normalidad, sin embargo, pronto el lector se da cuenta de que el mundo de la superficialidad, los estereotipos y la idea de «lo que se espera de nosotros» es su máxima. al igual que en el caso anterior, guardarán con celo el universo que se han creado. Lo que marca la diferencia es que ellos no son como los otros, claro.
Finalmente, tenemos a los técnicos de escenarios. Ava llega a ellos por accidente y serán lo que más claramente la hagan sentirse fuera de lugar. Son frikis, incorrectos y lo que opine el mundo les importan más bien poco (o mejor, han aprendido a ignorarlo).
De este modo, podemos entender por qué nuestra protagonista no se ubica: sin ser popular porque le gustan cosas diferentes, sin poder ser una lesbiana feminista porque el mundo la constriñe, sin querer ser una friki porque por dios qué horror… ¿Qué le queda? ¿Quién es?
Capones para todo el mundo
Como hemos podido ver por lo mencionado anteriormente, nos encontramos ante una novela donde todos los personajes tienen prejuicios y, además, muy asentados en su educación, su vida social y su pensamiento. Esto que, sin duda, es una parodia de nuestra sociedad, se acerca demasiado a los conflictos que podemos encontrar hoy a estas edades. Esas ideas estereotipadas, esas ideas que hay que defender por ser lo que se es, esa idea de normalidad nos rodean siempre y a Ava, además, la aplastan.
Sin embargo, a pesar de que todos los personajes tienen sus ideas retorcidas, a la que más acusa el lector y a la que más capones quiere dar es a Ava. Es la penalización del desconcierto, a todos nos ha pasado, por querer encajar, ser normal y hacer lo que hace todo el mundo, hemos cometido torpezas monumentales y en el caso de Ava son bastantes, en algunos casos crueles y egoístas.
Pero, también, hay que entenderla. El fracaso es un paso más en el crecimiento y ante el lío que tenía nuestra protagonista lo raro es que no se cayera una y otra vez. Y, a pesar de que me ha puesto muy nerviosa cuando lo hacía mal, también es cierto que me sentía muy orgullosa cuando evolucionaba.
Una perspectiva diferente
La obra me ha gustado mucho porque para mí ofrece una perspectiva diferente en el proceso de autoidentificación de una persona. Creo que estamos acostumbrados a obras donde los personajes tienen que pelar por averiguar lo que son y serlo fuera de lo común, pero en este caso no tenemos eso, tenemos un entorno que ha aceptado tan bien las particularidades de Ava que ella traza el camino contrario. Para ello, la obra utiliza un estilo paródico (aunque no exento de drama) que nos acerca a la cuestión de una manera mucho más cercana y amena, y que nos permite, por tanto reflexionar sobre lo que sucede.
El ansia de normalidad de la protagonista nos desesperará, pero también la entenderemos, aunque nos enfademos con ella. Así, os recomiendo pasearos por esta novela juvenil para darle una vuelta a eso de lo guay, lo normal, lo friki y os deseo que en ellos también os encontréis a vosotros mismos. Espero que os guste.


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