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"Nos reímos. Pero yo por dentro no me río tanto. En un rato tendré que volver a casa y "gestionar". "Gestiona, Gabi, gestiona", ríe Lucre de mi desbarajuste. Como si pudiera sacarme una enfermedad del ojo de la chistera. No hace falta. Ahora ella me lee un poema suyo sobre los chicos latinos que murieron arrollados por un tren en el apeadero de Castelldefels, cuando intentaban cruzar las vías a pie por un lugar no autorizado para celebrar en la playa la fiesta de San Juan, la llegada del solsticio de verano. Esa fiesta ajena en pleno junio, cómo nos gusta. Se parece tanto a nuestro fin de año tórrido y playero. Eran todos hijos adolescentes de latinoamericanos que vienen a España a cuidar, a levantar edificios. Adolescentes que se pasan la vida solos en casa porque sus madres y padres están cuidando hijos de otros. Y esa noche salían, horadaban su abandono, le metían un petardo lleno de luz al sistema, solo por una noche quemaban los muñecos de sus odios. Me dan ganas de llorar, le digo. Esa maldita playa nos recuerda tanto a las costas del Pacífico. Yo también iba mucho atraída por el horizonte alargado hasta el infinito y la planicie de arena cuando vivía en Barcelona. En su poema, el accidente es una metáfora exacta de la migración: gente que intenta cruzar y muere sin llegar al otro lado. Un poema con una letanía: "Latinos, imprudentes, temerarios, insensatos, incívicos, inconscientes latinos". Eso que les gritó la gente, los políticos, los periódicos."Un huaco retrato es una vasija de cerámica que representa un rostro humano y es típica de la cultura mochica de la costa norte de Perú. Se supone que capturaba el alma de las personas.Gabriela Wiener tiene como antepasado un arqueólogo judío que hizo una expedición a Perú en 1878 porque quería ganar la gloria y la nacionalidad francesa. También tiene unos padres que se quisieron mucho aunque su padre fuera un pirata en sus ratos libres. Y tiene también una relación poliamorosa con su marido peruano y una mujer más joven española. La muerte del padre desencadena un río de situaciones de Wiener nos va mostrando, como si quisiera enseñarnos su huaco retrato. Una esfinge en la que también caben la huella del colonialismo, los talleres de mujeres racializadas y un poema, panchilandia, que recomiendo mucho. La narración puede parecer algo deshilvanada, como flashes, pero gracias a las compañeras latinoamericanas del club de lectura, lo entendí mucho mejor. O por lo menos lo intenté. Cómo lo que cuenta es lo de menos, lo que importa en este libro es lo que se cuenta.
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