Huaco retrato

Gabriela Wiener en este libro mezcla de ensayo y autoficción con una estructura un poco caótica, pero interesante y una prosa muy certera, nos cuenta a través de tres ejes narrativos por un lado, la historia de su antepasado austriaco que fue un pseudo arqueólogo que expolió tesoros en Perú durante el siglo XIX y del cual heredan el apellido, por otro lado la muerte del padre de la narradora y con ello el rescate de la doble vida que llevó, teniendo dos familias paralelas y un tercer hilo, con su propia relación poliamorosa en crisis.

Aunque aparentemente éste es el argumento del libro, las ideas que lo vertebran son fundamentalmente el colonialismo, el racismo y la herencia, las heridas que deja, el sentimiento de extrañeza cuando se migra,...

Es un libro que incomoda, no es un libro que se disfrute, te hace replantearte en que medida seguimos siendo racistas, con pequeños detalles en nuestro día a día, cuanto cuesta liberarse de las herencias y no asumirlas como propias, del relato de inferioridad con respecto a lo blanco, como todo esto incide en nuestras relaciones.

Una voz interesante a seguir.

“De ahí que huaquear sea una forma de violencia: convierte fragmentos de historia en propiedad privada para el atrezo y decoración de un ego” ~ Huaco retrato de Gabriela Wiener.

Me ha encantado. A partir de este punto a ver cómo describo yo este libro. La historia comienza en un museo de Paris donde la autora contempla una colección de huacos –figuras incas– pertenecientes a la colección de su bisabuelo Charles Wiener. A partir de ese momento y coincidiendo con su viaje a Lima donde acaba de fallecer su padre, Gabriela inicia una serie de reflexiones que acompañan a su historia. Nos habla sobre el racismo hacia los pueblos indígenas, el interno y el externo; sobre la cultura peruana, sobre el amor y las relaciones; sobre el sometimiento de las culturas y el tráfico de obras de arte. Y lo hace con un estilo narrativo que me ha enamorado desde la primera línea y siempre desde su óptica de mujer.

Más allá de esa visión de la hija emigrante que sufre la pérdida de su padre desde la distancia y como esa pérdida provoca una catársis en su vida, Huaco retrato es un fascinante viaje desde la óptica de una mujer emigrante en un mundo en el que prima la supremacía blanca y las relaciones estancas. No sé si os gustará la historia o no pero yo solo puedo decir “leedlo” porque me ha gustado tanto la forma de narrar que creo que no deberíais perdérosla. Eso sí también reconozco que he disfrutado más de la primera parte que de la segunda, más centrada en la vida sentimental de la autora pero lo que me ha atrapado es su forma de escribir.

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«Dicen que los «indios» que eran llevados a Europa no sobrevivían mucho tiempo. Yo ya llevo quince años y me parece un milagro.»
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Me gustaría ser tan tajante y directa como Gabriela Wiener pero no lo soy. He perdido la cuenta de las veces que me he sentado frente a la hoja en blanco sin obtener resultado. Siempre el mismo frustrante ritual. Escribir y borrar todo para comenzar de nuevo. Alrededor de dos días intentando plasmar todo lo que he sentido leyendo 'Huaco retrato'. Lo más triste de la situación es saber que no le podré hacer la justicia que se merece porque actualmente mi mente no está en su mejor momento. Alrededor de dos días intentando plasmar todo lo que he sentido leyendo y es ahora cuando me percato de mi error. No es lo que quiero hacer. No quiero centrarme en la obra. Solamente me apetece centrarme en su autora. Pero esto también es complicado, ¿cómo explicar lo increíble que me ha parecido Gabriela Wiener? Y no solamente me refiero a ella como autora, también como persona. 'Huaco retrato' es ella, su pura esencia.

Gabriela se abre en canal e investiga sobre el pasado a la vez que hace un viaje interno y expone temas realmente importantes de una manera directa y honesta, sin pelos en la lengua. Se desnuda por completo, se muestra tal y cómo es, sin adornos y con las cicatrices que se niegan a curar. Ha atravesado las páginas para apoderarse de mi cuerpo y me ha hecho sentir en mi piel situaciones que sentía muy lejanas y que nunca había vivido. Me ha hecho explorar sentimientos totalmente opuestos e incluso me ha llegado a incomodar. Y ahí es donde reside su magia. Necesitaba más. Necesitaba que las páginas no se terminaran. Necesitaba que Gabriela siguiera a mi lado mostrándome la infinidad de realidades que existen. Y mientras lo hacía he sonreído, he llorado, he sentido su valentía como si fuese mía. He sentido como mi interior se difuminaba para convertirse en el suyo y como cada tema que trataba me dejaba totalmente arrollada.

Rabia. Violencia. Búsqueda de respuestas. Raíces. Colonización. Racismo. Historia. Injusticias. Respeto. Amor propio. Poliamor. Todos ellos de la mano. Un auténtico torbellino.
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A finales del siglo XIX, el investigador Charles Wiener fue el artífice de uno de los mayores saqueos al patrimonio cultural de Perú. Robó 4.000 piezas cerámicas que el pueblo prehispánico usaba para representar los rostros indígenas: los huacos retratos.

Más de un siglo después, la escritora Gabriela Wiener, descendiente suya y ahora residente en España, convive con la contradicción de ser ‘morena' mientras en su cuerpo fluye sangre imperialista y racista, cargando a sus espaldas un legado familiar que supera con creces el peso de su cuerpo.

‘Huaco retrato' es una doble exploración, una sobre el racismo endémico de la sociedad, donde hasta hace nada se permitían barbaries como la creación de zoológicos humanos y aún hoy atesora en los museos europeos, con toda la desfachatez y orgullo, los resultados del expolio. Tampoco se corta al desgranarse a sí misma con todas sus aristas y contradicciones: las de ser ‘tataranieta de' (Wiener además era una especie de hazmerreír en su momento) y también las de su relación poliamorosa, que compara con (y se pregunta si es fruto de) la doble vida que llevaba su padre.

Introspectiva, incisiva y muy honesta, la autora no tiene reparos en desempolvar vergüenzas ni en desenmascarar el eurocentrismo que incluso niega a otros pueblos a explicarse a sí mismos. Gran ejemplo es el historiador a quien escribe Gabriela y que le responde que existe la posibilidad de que Wiener hubiese formado una familia en Perú, sin importar que la existencia de la autora ya descarta por completo cualquier duda.

Una obra imprescindible para comprender las consecuencias de la colonización y las ansias de libertad y autodefinición.

Exposición Universal de París, 1878, Charles Wiener será aclamado como explorador, ayuda a montar un zoo humano, triste práctica de la época de algunos colonizadores, muestra como propias piezas de la cultura incaica, cuando el expolio se escondía en la denominada arqueología. Este antepasado de la autora casi "descubre" el Machu Picchu y ha sido un personaje que de alguna manera ha marcado su vida y la de su familia.  Ella irá tejiendo con hilos de ironía, comparaciones y definiciones, permitiéndonos ver hasta que punto el racismo y los prejuicios siguen presentes tantos años después

“Un huaco retrato es la foto carnet prehispánica. La imagen de un rostro indígena tan realista que asomarnos a verlo es para muchos como mirarnos en el espejo roto de los siglos."

Y bajo esa mirada la autora nos adentra en el pasado de el pueblo peruano, el suyo, en el que aún duele el expolio a manos de los colonizadores, el orgullo y el arraigo de toda una cultura está muy presente en su narración, por momentos demasiado íntima en la que la autora se descubre a sí misma con sus deseos, inquietudes, dudas y paradojas; aunque no especifica que es ficción y que es real me gusta imaginar que todo es como lo relata y que está haciendo de este libro su particular "huaco retrato"

He dejado pasar unos meses antes de escribir esta reseña porque estoy en la minoría de aquellos que no disfrutaron tanto este libro. Y digo, “tanto” porque creo que la historia tiene puntos muy rescatables y necesarios para comenzar a atender problemas sociales en la región latinoamericana.

Huaco retrato es un texto que es una mezcla de géneros, lo cual en sí mismo es muy interesante, al ser un híbrido entre ficción, ensayo y crónica, en donde la autora cuenta la historia de uno de sus antepasados, el explorador austriaco Charles Weiner, quién llegó a Perú en el siglo XIX buscando el centro de la civilización inca. Estuvo cerca de encontrar Macchu Picchu, pero no lo logró. Lo que sí hizo fue reunir y sacar del país cientos de piezas arqueológicas de los grupos indígenas, y llevarlos a Francia, el país que los patrocinó. Entre estas piezas se encontraban los huacos, figuras que representaban los rostros de la población -básicamente como un carné de identidad de la época.

Es a partir de esta anécdota que Gabriela Weiner construye esta narración, que plantea cuestiones relevantes sobre el racismo, el saqueo de las potencias europeas, la misoginia, y cómo incluso quienes crecimos en excolonias europeas, hemos asimilado mucho de ese discurso lleno de prejuicios de los supremacistas blancos. No puedo negar que los temas que plantea son en extremo interesantes y que la discusión alrededor de ellos apenas comienza. En particular me pareció muy relevante la necesidad de cuestionar cómo nuestras sociedades han internalizado el discurso racista de la civilización occidental, incluso llegando a preferir un canon de belleza blanco y haciendo menos lo que parezca autóctono.

Podría escribir todo un ensayo sobre cómo en México persisten muchísimos prejuicios basados en el color de la piel, sumados al clasismo y a la injustica social, pero eso haría esta reseña demasiado extensa. Creo, sin embargo, que estos temas son comunes a toda América Latina y que la autora logra plantearnos ese conflicto, y la necesidad de comenzar a cuestionarnos sobre nuestras propias actitudes.

Gabriela Weiner también plantea ese dilema de ser descendiente de un colonizador que estuvo de paso por Perú, llevándose tesoros de diversos pueblos y dejando un hijo abandonado, de cuya existencia jamás supo. Si bien su familia no heredó más que el apellido, es interesante la forma en que esto sirve para cuestionar lo problemático del pasado colonizador y la condescendencia con que las llamadas potencias europeas miraban -y hoy en día quizá lo siguen haciendo- a las poblaciones nativas.

Sin embargo, con todo, hubo dos aspectos que me incomodaron de Huaco Retrato, y estoy consciente que esto es totalmente subjetivo. En primer lugar, no me gustó la voz de la narradora. Cuando la acompañábamos en el presente, en donde ella reflexionaba sobre la muerte de su padre y la relación poliamorosa de la que formaba parte en Madrid, sentí una especie de desconexión entre estas historias y la búsqueda del antepasado. No porque las historias no pudieran ligarse, sino que, la voz de la protagonista, en el presente, me parecía un tanto ajena, distante del relato, e incluso, hablando desde una perspectiva un tanto privilegiada, de problemas del primer mundo.

Ahora bien, este último comentario se vincula con el segundo aspecto que no me convenció del libro, y específicamente, la historia de la vida sexual de la protagonista y el poliamor. Temo ser juzgada como “puritana” pero la realidad es que escenas explicitas no me incomodan, lo que me desagrada es que los textos las incluyan de tal forma que parecen gratuitas. Y en Huaco Retrato me pareció que muchas veces no tenían justificación. No es el tema de la relación entre tres personas (de hecho, es la primera vez que leo sobre ello y me pareció instructivo), sino que a la primera de cambios había referencias a la vida sexual de la pareja y encuentros con otras muchas personas que realmente pasaban sin pena ni gloria.

Insisto -sé que esto es meramente subjetivo y esto no disminuyó el interés de muchas personas en el texto. Sin embargo, en mi caso si mermó mi gusto, aunque hay muchísimos otros aspectos que le reconozco: el despertar un cuestionamiento urgente sobre nuestras creencias y propio condicionamiento y la continua búsqueda de la identidad ante un mundo que está en constante competencia y desventaja del canon occidental.

Salas donde se pueden ver esculturas precolombinas, el arte robado a sus originales propietarios, la autora pasea por una colección de huacos, de la colección de su bisabuelo Charles Wiener. La autora, Gabriela Wiener nos lleva de la mano por lo que fue un expolio.

Pero el libro no se queda ahí, hay relaciones, de muy diversa índole. El afecto, el miedo, están en esta obra, en las relaciones de sus padres y de la misma autora. La muerte del padre también está presente y una serie de pensamientos asociados a la cultura peruana, amor, tráfico de arte.

Se siente como una hija emigrante, el racismo también aflora, sus gustos sexuales, las relaciones se estancan, la periodista que se casó con un cholo, pero se enamoró de una mujer blanca, rubia y delgada como ella. No busca la voluptosidad, busca algo similar a lo que cree que es ella, una igual que la entienda.

Me quedo más con la primera parte de la novela, la parte histórica de su familia, la parte cultural. La sentimental no me ha llegado tanto, no me ha impactado.

Los huaqueros son personas que saquean yacimientos arqueológicos o lugares de interés cultural, apropiándose de objetos de valor cultural y artístico para traficar con ellos.
Huaquear es "una forma de violencia: convierte fragmentos de historia en propiedad privada para el atrezo y decoración de un ego." Charles Wiener era un huaquero, y también era el tatarabuelo de Gabriela Wiener.

Cuando la historia de la colonialidad atraviesa tu propia familia, cuando tu tatarabuelo fue una de las personas que contribuyó al expolio de tu país, de tu tierra, para levantar su ego y convertirse, de vuelta a Europa, en el famoso explorador Charles Wiener; cuando tu tatarabuelo secuestró a un niño para traérselo a Europa y "civilizarlo", ¿qué haces con todo eso?

Gabriela Wiener recorre aquí los caminos de su historia personal y nos presenta su herida colonial en todo su esplendor, al mismo tiempo que la va imbricando con fragmentos de su vida amorosa y sentimental, conectando también las formas en las que se construye el deseo, con la colonialidad y la manera en que ésta separa lo deseable de lo no deseable.

Por otro lado, la historia de Gabriela se entreteje con la de su padre, y, a partir de la relación extramatrimonial que éste tenía, Wiener reflexiona sobre sus propias relaciones y su propia vida. Es sorprendente que un libro pueda tratar tantos temas aparentemente inconexos, temas que la autora va entretejiendo a lo largo de todo el libro hasta revelar el hilo conductor que los une.

Es cierto que me hubiera gustado que hubiera ahondado muchísimo más en la conexión con su tatarabuelo, porque sólo esa parte da para varios libros, pero me parece interesante la elección de la autora de incorporar otras partes de su historia en este relato, creo que le da un punto muy original.

En definitiva, un libro muy, muy recomendable

Este libro no era lo que esperaba. Pensaba que ahondaría más en profundidad sobre la memoria y las heridas coloniales que atraviesan la genealogía de la autora. Y en parte ese es el hilo conductor de esta crónica íntima y personal, pero sirve de excusa a la autora para indagar sobre los vínculos afectivos, la infidelidad, los celos, un pasado turbio y mestizo que hay que reconstruir a retazos cuando se proviene de un territorio colonizado, el conocerse a una misma a través del deseo... Y aunque no era lo que esperaba, me gustó, mucho.

Perdonadme por tirar otra vez de diccionario, pero me gusta construir en torno a lo preestablecido. Y es que, mientras leía ‘Huaco retrato', pensaba en la construcción del collage: “Obra literaria que combina elementos de diversa procedencia” hasta, añado yo, crear algo con identidad propia que funciona y tiene sentido. Jamás hubiese pensado que la reflexión en torno al poliamor, al duelo, a la infidelidad, al colonialismo, el racismo, la migración y lo queer tuviesen cabida en un mismo espacio. Y, sin embargo, Gabriela Wiener lo consigue en este libro.
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“Cuando vine a vivir a Madrid y supe lo que quería decir sudaca no me sorprendí. En Lima muchas veces había oído asociar mi color de piel con el color de la caca”.
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Y, a pesar de todos los temas que trata, este es el que más me ha resonado porque, lamentablemente, lo veo casi a diario. Porque si yo, como persona blanca, veo el racismo de una forma tan evidente, cómo puede sentirse un persona racializada viviéndolo en sus propias carnes día tras día. Creo que lo que hace Gabriela Wiener es importante porque te ayuda a abrir los ojos de una manera que te avergüenza, porque hace que quiera coger sus palabras y tirárselas a la cara a mucha gente para que reaccionen de una vez, para que se den cuenta de la clase de violencia que ejercen.
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“Duele que las trabajadoras que cuidan aquí para dar vida allá, obligadas a dejar a sus hijos para cuidar los ajenos, a sus madres y padres mayores para cambiarles los padres a señores como el político que habla, deban soportar sobre ellas esas miradas llenas de condescendencia y desprecio por sus vidas”.
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Siento el impulso de decir que me enfada, pero entonces otra vez estaría robando el protagonismo a quienes realmente tienen que estar enfadadas aquí: Gabriela, la mujer latinoamericana a la que escuché el otro día en el transporte público decir que su hija iba a ayudarle a limpiar “porque los señores querían su gran casa impoluta a la vuelta de Semana Santa” o esa “panchita” a la que gritamos por teléfono porque no queremos contratar una nueva línea, como si a ella le importase lo más mínimo a qué compañía telefonía pertenecemos.
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Solo os puedo pedir que, por favor, leáis a Gabriela Wiener, porque todas (usado como femenino genérico) nos merecemos ese tortazo de realidad, y porque habla de muchos más temas importantes de los que esta red social amiga de austeridad lingüística me permite escribir.