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Crítica de LEMB


LEMB
08 May 2020
Las novelas de la II Guerra Mundial atraen a la vez que repelen un poco; repelen porque sabes que duele una historia sobre personas que sufren, y atraen porque necesitamos conocer y ser conscientes de lo que ocurrió para entender lo que no debe volver a pasar, y siempre con la esperanza de que al final todo saldrá bien, sabiendo que hubo historias buenas en todo ese horror. El último tren a Londres la libertad nos va a llevar a un momento donde cientos de niños alemanes, judíos en su mayoría, escaparon del horror nazi y de un futuro incierto, y nos va a mostrar un poco de ese viaje. Quizá esté cometiendo un error al deciros esto porque realmente el viaje no comienza con el tren; es anterior, y así lo viviremos nosotros junto con Stephan Neuman, un joven muy especial de 15 años, hijo de un adinerado empresario judío en Viena y perteneciente a una familia culta, liberal y amante de las artes, cuya vida gira en torno a sus escritos y, sobre todo, a su admiración por el escritor Stephan Zweig, que incluso «hace un cameo», para acabar despertando, junto con nosotros, a la realidad que comienza a empañar su vida, su sociedad, su entorno, con la llega de los nazis a Austria.

Dividida en tres partes, comenzamos en el año 36, en Amsterdam y en Viena, con algún pequeño capítulo que nos traslada a Berlín, y acabaremos en la Guerra; la última parte comienza en 1939 y se titula «La época posterior». Aunque enseguida tenemos claro quiénes son los personajes esenciales de esta historia, creo que se podría determinar como novela coral porque hay más de uno y hay varios ejes alrededor de los cuales trata la trama: Stephan Neuman y su entorno, Truss Wijsmuller (Tatee Truss) y su afán por seguir adelante, y, en parte, también Adolf Eichmann, oficial nazi y criminal de guerra (para saber más de él). de todos ellos, el narrador nos mostrará sus pensamientos, sus deseos y sus preocupaciones, y todos acabarán formando parte del mismo objetivo narrativo, el tren.

Si os animáis a leerla, veréis que Hitler y el partido nazi está presente en la mayor parte de las conversaciones sin estar presente; es como un ente, algo que se respira, lo que condiciona, lo que está ocurriendo. Creo que un valor interesante de este texto es plasmar cómo esas ideas fueron apareciendo en el día a día de los habitantes de Viena y cómo consiguieron tener cabida. Da veracidad, cercanía y ayuda a situarse mejor en la historia.

La historia real es la que es; los hechos son los que fueron y eso no se puede cambiar. El último tren a la libertad nos va a hablar a través de esos personajes, personas normales, que se vieron envueltos en la obsesión que llevó a un hombre a agudizar el odio patente para pretender conquistar Europa. Ese es el escenario de fondo en el que se moverá todo pero la realidad es que vamos a disfrutar, y sufrir un poco, con la historia de un niño extraordinario, inteligente, tranquilo, algo retraído, hijo de una familia adinerada de Viena, que quiere ser escritor como Stephan Zweig; con la de una niña de 16 años, diferente, extraña, amante de las matemáticas y de la lógica; con la de una mujer yerma que lleva varios años ayudando a niños alemanes, huérfanos, a llegar a Holanda, arriesgando su propia vida; con la de una adinerada inglesa que busca salvaguardar la seguridad de los niños; con la de Steiman, una de las figuras más importantes dentro de la ley de enjuiciamiento judío, justo antes de la declaración de la guerra; entre otras más que están ahí. El tren es un símbolo que separaba a los niños del horror de un futuro, incierto pero real, y les aleja del miedo, de la incertidumbre, de la maldad presente en sus vidas.

No quiero dejar de nombrar que la cultura forma parte de esta historia como lo hacía de la familia de Stephan: pintura, música y literatura, así como el pensamiento racional y lógico acuden en ayuda de los personajes a través de la mente de Zoe. Pronto somos conscientes del mundo en el que ha crecido Stephan, con una madre enferma y amante de la música, una tía que adora la pintura y un escritor que le enseña a utilizar las palabras para transmitir sensaciones; y el mundo tal como lo ve Zoe, binario.

Para mí, una de las partes más maravillosas de esta novela es que, a pesar de la irrupción de ese pensamiento nazi en el entorno de Stephan, con alguno de sus amigos, con sus vecinos, él consigue seguir creyendo y luchar; porque de eso va su historia, de luchar por su hermano pequeño, por su madre enferma, por su padre, por su amiga Zoe, por lo que debe hacer y por el recuerdo.
Qué bien lo hace una autora cuando consigue que sintamos a través de los personajes lo que les está ocurriendo. Qué maravillosos y desgarradores momentos nos proporciona el libro, en muchos casos con pequeños instantes y en otros con grandes gestos. Un libro lleno de amor; ese amor tan sano y tan intenso de una madre o de un padre hacia sus hijos; un amor que es capaz de tomar decisiones contra nosotros mismos. Duelen esos padres que se desprendieron de sus hijos para ponerles a salvo, no os voy a mentir. pero no es un libro triste, no se regodea en la tragedia, sino que te cuenta la historia de forma maravillosa y con cierta esperanza.

Cuando terminas el libro te das cuenta, y así lo indica la autora, de que esta novela pretende homenajear y contar parte de una historia real de esa mujer que ayudó a tantos niños, judíos la mayoría, a salir, y por ende huir, de la Austria nazi. Lo consiguió haciendo pequeños transportes, no autorizados, para llegar a la autorización del gobierno nazi. Va más allá. Lo bonito y maravilloso de esta novela es que ha conseguido mostrarnos Viena a través de los ojos de Stephan y de su amiga Zoe. A través de ellos y del resto de los personajes viviremos esos dos últimos años antes del comienzo de la II Guerra Mundial.

Es una historia preciosa, maravillosa, con la fuerza de las historias ambientadas en un momento real y que tienen la verdad de lo que pudo ser, de lo que pasó, porque aunque sea ficción, es real, fue real. Tiene el encanto de tener a jóvenes como personajes, y su mirada y su despertar. Aunque es emotiva y tiene algún momento duro, yo creo que es más por lo que nosotros ya conocemos, porque somos demasiado conscientes del dolor que implicó todo.

Supongo que cuando un libro se convierte en una de mis mejores lecturas del año es porque está lleno de sentimientos y esta historia los tiene, pero a través de las cosas que ocurren, de esa especie de miradas que tú percibes, de esas frases sencillas que tanto dicen, de esos diálogos y del dolor que se puede percibir por la situación que se vive. Me ha encantado porque me ha acercado a ese momento tan horrible. Estamos tan acostumbrados a leer, y ver, cosas relacionados con la II Guerra Mundial, y casi ya lo hemos interiorizado de tal manera que puede que no nos paremos a pensar y a ser conscientes de lo que supuso en la vida de quien lo vivió. Esa II Guerra que es como la guerra de la maldad absoluta, del desgarro, del daño por hacer el daño, por esas creencias, por ese veneno. Hemos visto muchas películas, hemos leído muchos libros y es como que somos capaces hasta de caminar por lo que para nosotros son escenarios. Entonces te encuentras una historia que no juega con traernos la parte desagradable, sino que te cuenta una historia, o varias que confluyen en un mismo punto, y te acerca a lo que era la realidad de unas personas, con sus descubrimientos y simplezas, para convertirse en algo inimaginable. Es la historia de un chico, con sus miedos, sus sueños y su amor platónico; es la historia de una mujer que, quizá debido a las carencias que ella podía tener en su vida, se dedica de una manera natural a poner a salvo vidas; es la historia de una chica diferente que mira el mundo a través de la verdad de los número; y otras más que están ahí y que hay que descubrirlas, dándole incluso cierta presencia a un personaje tan deleznable como Eichmann.

La puedes leer aunque te suelas alejar de las novelas ambientadas en guerras porque la guerra está presente como algo futuro, como algo posible, no como parte de la historia en sí; ahora, puede que sufras un poco, como me ha pasado a mí, pensando en la vida de Stephan, de su hermano, de su madre, de su tía, de su tío, de Zoe, de su abuelo, de su hermana pequeña, de Viena o de otro muchos que no salen en la novela.

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