Vuillard vuelve atrás y va relatando, en tono mordaz y sin cortapisas, el apoyo que recibió el nazismo cuando comenzaba: las 24 cabezas del empresariado alemán con sus generosas donaciones que luego serían recompensadas con mano de obra esclava, los políticos austríacos e ingleses que recibían en sus casas a los grandes jerarcas del incipiente régimen, el pueblo austríaco que los recibió con júbilo cuando los invadieron. En fin, esas complicidades que hoy avergüenzan y de las que se habla poco.
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