Quédate más tiempo

Si hay un ejemplo claro de la teoría del eterno retorno es un enfermo de alzheimer. Ellos representan mejor que nadie el círculo que iniciamos en el mismo momento en que nacemos, con nuestro llanto, nuestro mirar despavorido al mundo como diciendo: ¿Qué hago yo aquí? Con los balbuceos, las repeticiones constantes de una palabra que acabamos de aprender, el parloteo inconexo que no sirve ni más ni menos que para afirmar que existimos, que nuestra voz puede ser oída por otros y por nosotros mismos. Y, sobre todo, con las caricias que sustituyen cualquier palabra que aún no hayamos almacenado en nuestra memoria o que ya hayamos borrado de ella.
La piel, esa fina capa que nos protege y que traza los mapas de los afectos con tinta indeleble...
La diferencia entre una residencia de enfermos de alzheimer y una guardería es que, cuando un niño nace, pedimos incesantemente que su vida sea larga, que la enfermedad no lo toque y que su camino no termine antes que el nuestro. Cuando una madre comienza a desaparecer tras la bruma del olvido solo nos queda pedirle que se quede con nosotros más tiempo, sea como sea.

de este libro he aprendido muchas cosas, he apuntado mil frases y otras tantas referencias. He llorado y he reído y no me siento culpable de ello. Porque este libro no habla sobre la enfermedad o el dolor. Este libro es un canto al amor y eso merece ser celebrado.