La muela

Rebeca tiene 35 años y ha perdido una muela. Se ha mudado a Londres siguiendo a un novio que ahora ya no es su novio, queriendo dejar atrás, al mismo tiempo, el duelo por la muerte de su padre, a su hermana, a una madre con problemas de visión y al fantasma de los cuidados impuestos que acecha detrás de la esquina. El hueco de la muela que ha perdido es tan grande, tan oscuro, que, además de afear su cara bonita - la última cosa a la que siente que puede aferrarse-, lo engulle todo: a través de ese hueco terminan de perderse sus sueños, sus esperanzas, su futuro. Lo que esperaba de la vida no ha podido ser, y ahora ella está en Londres, completamente sola, con un trabajo de mierda, en una habitación cochambrosa que casi no puede pagar, y sin vida propia. Rebeca se deja ir por el agujero de su muela, se hunde en él y naufraga entre las expectativas que no se cumplieron hasta tocar fondo.

Con un sentido del humor bastante ácido, y con una mirada afilada, Rosario Villajos resume las vivencias de toda una generación. El hueco de la muela representa el gran agujero por el que muchas nos hemos caído, y del que no conseguimos salir: el relato de la meritocracia, el "estudia y tendrás un trabajo decente", o uno que, al menos, no detestes y no se coma cada segundo de tu existencia. Estudia y tendrás una vida que merezca la pena vivir. Y ese Londres que es de todo, menos acogedor. Esa ciudad hostil a la vida humana, que podría ser muchas otras ciudades. Esa huida hacia delante porque ya, total, tampoco hay otra salida. Ese paso continuo de los días como en el día de la marmota, ese sobrevivir sin vivir.

Con este libro me he reído mucho, he sentido el cansancio y la soledad de la protagonista, su angustia, y ese dolor enmascarado por el sarcasmo. Y también he llorado un poquito, en la intimidad de mi habitación, por ese futuro que nos prometieron y que se ha desmoronado ante nuestros ojos, por todas las Rebecas que siguen viviendo, aún sin muela y sin expectativas, porque no les queda otra.