La muela

Con Rebeca creí que iba a tener una lectura ligera. Y sí, a ratos lo es, sin embargo el fondo de la historia da para reflexionar sobre asuntos nada triviales.

Porque lo que hace Villajos en esta novela es darnos miguitas de humor que envuelven una pastilla cargada de una abrumadora dosis de realidad. Que logre hablar de la precariedad, relaciones toxicas, ansiedad, maternidad/no maternidad, o desarraigo y sacarnos una risa en el momento menos esperado tiene un mérito enorme.

La apatía con la que Rebeca se enfrenta a muchas de las situaciones que le sobrevienen deja un poso de ternura, unas ganas de abrazarla y zarandearla, de decirle que el hueco de su muela no le define ni le condena, que ella puede avanzar. Pero no, porque también apetece acompañarla y hundirse en esos colchones mohosos, porque está bien no estar bien, porque a veces merecemos dejarnos caer, no luchar constantemente y asumir que hay un fondo, que la vida afortunada que se planeaba para la niña más bonita del pueblo puede ser una quimera traicionera.

Que hay muchas Rebecas repartidas por el mundo, aunque no se diga porque incomoda.