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Crítica de Guille63


Guille63
18 March 2023
Leer una nueva novela de Vila-Matas es como encontrarse con uno de esos amigos con los que da igual el tiempo que podamos llevar separados que la relación se renueva al instante en el momento exacto en el que la dejamos: un amigo un tanto esquivo, contradictorio, enigmático y hasta incomprensible en ocasiones. Aunque bien pudiera ser ese precisamente el secreto de su éxito conmigo, pues también podría yo decir algo parecido a eso que una vez le leí al propio autor: “siempre me funcionó una manera muy simple de averiguar si algo me gusta o no: me atrae lo que no entiendo; si lo entiendo, lo abandono corriendo.” No entender algo implica posibilidades que no terminan de fijarse y, puede que sea lo más importante, te obliga a involucrarte como parte activa y relevante del libro que se lee.

Otra vez he vuelto a encontrarme con una novela en la que es fácil perder el hilo o, mejor dicho, perderse entre los muchos hilos que este Vila-Matas-Spider (de la película de David Cronenberg) nos tiende en su búsqueda de lo extranjero, su necesidad de misterio, de entusiasmo, sobre este tiempo falto de genios y buenos lectores, sobre la literatura que le enamora y el futuro de “la novela” (de la que incluye en el libro toda una teoría en cinco puntos). Y junto a todo ello siempre hay un drama existencial, como este desastre, este espanto que es envejecer.

“Vejez, enfermedad, clima gris, silencio de siglos. Aburrimiento, lluvia, visillos que aíslan del exterior. Fantasmas tan familiares de la calle Aribau. No hay que buscarle paliativos al drama de sus padres y al suyo propio, envejecer es un desastre. Lo lógico sería que todos los que ven declinar sus vidas gritaran de espanto, no se resignaran a un futuro de mandíbula colgando y babeo irremediable, y aún menos a ese brutal despedazarse que es la muerte, porque morir es rasgarse en mil pedazos que empiezan a desperdigarse vertiginosamente para siempre, sin testigos."

Todo lo convierte en algo interesante, como debe hacer un buen escritor. Aquí se combinan, algo bastante habitual en él, significativas casualidades con intrigantes fantasmas o traviesas apariciones de gente que no te esperas, presencias que nos observan y que desaparecen en la niebla. Todo se mezcla en los libros de Vila-Matas en un tratamiento que no siempre puede ser recubierto con esa ironía que busca la levedad “como reacción al peso de vivir”, la levedad que en definitiva implica no tomarse en serio, hacerse ficción, esa gran solución que está tan cerca del fin perseguido, en este caso de forma muy seria, por ese budismo de su mujer y al que tanto teme el protagonista.

Y sin embargo, es muy consciente de que por mucho que lo intente nunca podrá mejorar lo…

“… ya dicho por tantos otros acerca de las grietas que separan las expectativas de la juventud y la realidad de la madurez. Lo ya dicho por tantos otros sobre la naturaleza ilusoria de nuestras elecciones, sobre la decepción que culmina la búsqueda de logros, sobre el presente como fragilidad y el futuro como dominio de la vejez y de la muerte.”

Son las grandes cuestiones que libro tras libro Vila-Matas indaga sin resolver: por qué hablar de lo que ya está todo hablado, por qué cuestionar lo que es imposible de conocer, por qué intentar atrapar lo que es inasible, cómo defenderse de lo irremediable, como bregar con “el pasado ya inalterable, el presente fugitivo, el inexistente futuro”. al final es el arte, la literatura en este caso, el que ofrece el gran paliativo de la vida (¿realmente?). Una literatura y unos autores que conforman la columna vertebral de cada uno de sus libros y que sustenta todo los demás con el fin de llegar a ser ese “escritor capaz realmente de soñar a pesar del mundo; de estructurar el mundo de manera diferente”.

Una literatura que siempre es para Vila-Matas tanto una forma de estar como una forma de ser y tanto su enfermedad como su cura, una forma de vivir permanentemente en la extrañeza, una forma de indagar en “esa gran verdad que cuentan las mentiras”. al fin de cuentas uno puede siempre pensar que quedan “miles de conexiones de luz por restablecer (con la palabra) en la gran oscuridad del mundo” o, lo que a lo mejor es lo mismo, “quizá tienen razón los días laborables”.
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