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Crítica de Homolectus


Homolectus
23 May 2021
Este libro hizo muy feliz a mi yo de 13 años, me hizo volver a mis inicios como lector en donde me maravillé y encariñé tanto con los libros gracias a los viajes por África, a la luna, debajo del mar o circunnavegando el planeta que me mostraron las páginas de Verne.

Este ejemplar me lo encontré en la Fiesta del Libro 2019 y me tomó por sorpresa porque poco conocía de la faceta de Verne escribiendo historias cortas, así que no dudé en traerlo a casa porque quería explorar esta faceta, así llevara años sin adentrarme en Verne, así que acá estamos, al menos 12 años luego de mi último viaje junto a Verne, volviendo a él.

Estos cuentos —al menos los que son de Verne padre, luego hablamos de esto— fueron escritos y publicados originalmente tanto antes como después del éxito alcanzado por Verne con Cinco Semanas en Globo (1863), novela con la cual inauguró la serie de novelas por las que la gran mayoría lo conocemos. de esta forma nos encontramos con dos versiones bastante interesantes y diferentes del autor, pero que en ambos momentos tiene los elementos principales que reconocemos y que cautivan a tantos lectores todavía hoy.

Los cuentos agrupados bajo este título son:
• En el siglo XXIX: la jornada de un periodista americano en el año 2889: Este cuento NO es escrito por Jules Verne, sino por su hijo Michael y lo hizo pasar como si fuera del padre por mucho tiempo
• Un drama en los aires: Muy mala idea estar montado en un globo con un loco que quiere morir para que la Ciencia lo recuerde
• Diez horas de caza: El título nunca fue tan literal
• Gil Braltar: O el preludio del planeta de los simios
• Fritt Flacc: Extraño cuento de terror en Verne, pero que deja helado
• Una fantasía del doctor Ox: Una sátira del status quo y del papel de la Ciencia (No apto para leer en un momento como el que vivimos en Colombia en este momento)
• Un expreso del futuro: Otro que no es de Verne papá
• Un drama en México: Una versión ficcionada de cómo México consiguió los primeros navíos de su flota

Dejando de lado los dos cuentos apócrifos escritos por Michael Verne y que casualmente son los más futuristas de todos, la mayoría resultan más circunstanciales que narrativos, dan más peso a las descripciones de los entornos, vestuarios o acciones en particular que al desarrollo de los personajes o de la misma trama, algo muy propio de Verne; que siempre supo cautivar con la forma en que describía los sitios, casi como si llevara al lector de viaje, el mejor ejemplo de esto está presente en Un drama en México, lugar que logra describir de forma detallada solo con la ayuda de un par de atlas a la mano ¡una completa maravilla!

De forma particular me pareció bastante curioso el derroche de conocimiento musical que expone Verne en Una fantasía del doctor Ox, acá es capaz de señalar el tempo usado en cada momento de la representación operística de forma propia, con el lujo de detalle que solo da el saber de lo que se habla, que da el disfrutar con pasión la música.

Acá encontré otro de los elementos más presentes de la obra de Verne: sus notas de humor sutil. Estas no son bufonescas o algo del estilo, en realidad son momentos muy particulares con personajes determinados que sirven como escape a momentos tensionantes que se forman dentro de cada cuento. Algunos pueden pasar desapercibidos para el lector, quizás por su agudeza o porque a las luces del siglo XXI no resulten tan jocosas como lo podrían haber resultado en su momento, pero ahí están.

Con estos cuentos, especial y paradójicamente con Una fantasía del doctor Ox Verne demuestra su profunda admiración por la Ciencia y todos los avances derivados de ella, Verne reconoce que el avance hacia una sociedad “mejor” debe de estar cimentada en el desarrollo científico y no ahorra palabras, líneas ni historias para dejarlo muy en claro.

Acá, como en sus novelas, la mayoría del tiempo el final nos llega con un retorno al inicio, con un regreso al estado inicial de lugares y personajes que se vieron involucrados en su historia; pero eso no le quita lo que uno logra sentir dentro: ese querer saber qué va a pasar, cómo irá a volver todo a ser como antes.

La edición que preparó la Editorial Universidad Pontificia Bolivariana dentro de su colección de Clásicos de la Literatura es una buena oportunidad para hacerse con este grupo de cuentos, que al menos por estos días son difíciles de encontrar en otra presentación. Han hecho un trabajo increíble de ilustración para la portada y para las cuatro partes en las que han sido divididos los cuentos: aire, tierra, fuego y agua. Han seleccionado un papel de muy buena calidad que viene acompañado de una tipografía bastante cómoda para todo tipo de público por su tamaño y estilo. Lamentablemente la separación en estas cuatro secciones me pareció un poco forzosa y que no en todos los cuentos funciona igual; en algunos es apenas una mención momentánea del elemento en particular.

Pero lejos de esto, fue más desmotivante encontrarse con que dentro de la selección introdujeron dos cuentos que no son de Jules Verne, sino de su hijo Michael que luego de muerto intentó vivir a costas de publicar “cosas que no se habían publicado en vida” y que resultaron ser escritas por él. No está mal que las incluyan, pero hubiera sido sensato mencionar el hecho en algún momento del prologo del libro, pues es algo que es fácil de saber con solo googlear el nombre de los cuentos.

Extrañé las ilustraciones ya casi míticas que han acompañado la obra de Verne siempre y que se han hecho para algunos de estos cuentos. Eso hubiera hecho que la edición fuera de tenencia obligatoria en todas las casas.

Jules Verne, con todo lo que es, con todo lo que significó para mi yo lector —no en vano hace parte de mi trinidad junto a Asimov y Tolkien— y de forma quizás implícita para que me picara el bicho de la Ciencia, es uno de mis candidatos para ser víctima de un viaje en el tiempo a bordo de la TARDIS y traerlo al presente y de frente a tantas cosas que nos rodean mostrarle las cosas que alguna vez imaginó, las que ni se le pasaron por la cabeza y darle vía libre para que de nuevo imagine nuevas historias.

Soy de los que cree que toda generación merece conocer a Verne, debería de ser un derecho de lector, lejos de que al final te guste o no, Verne tiene algo a lo que nadie debería ser ajeno. Derramen muchos libros de Jules Verne junto a los chiquillos que los rodeen. A alguno le picará el bicho, seguro.
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