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Crítica de Inquilinas_Netherfield


Inquilinas_Netherfield
15 October 2019
Hoy os traigo una reseña conjunta de dos novelas cortas porque están las dos incluidas en el mismo volumen, así que de partida, y antes de empezar a escribir, si os soy sincera he dudado mucho sobre cómo plantear esto, porque este es mi dilema: la segunda nouvelle empieza partiendo de la revelación con que termina la primera, así que si os hablo de la segunda y no tengo cuidado, os estoy contando el final de la primera. de todos modos me he apañado para contar sin desvelar nada, y a la sinopsis oficial de arriba le he metido unos cuantos tajos porque destripaba todo-todo-todo lo que pasa en las dos historias. Así que leed sin miedo.

Fred Uhlman, exiliado en Gran Bretaña desde su Alemania natal, publicó Reencuentro en 1971, novela corta ambientada en su ciudad natal, Sttutgart, que narraba la amistad de dos jóvenes de dieciséis años (uno, judío; el otro, de ascendencia noble y afín al partido nazi) en los años en que Hitler comenzaba su ascensión al poder y Alemania empezaba a prepararse para lo que luego desembocó en la Segunda Guerra Mundial. Reencuentro estaba narrado por Hans Schwarz, el joven judío. Catorce años después, en 1985, Uhlman publicó Un alma valerosa, la réplica matizada de la misma historia narrada por el joven aristócrata, Konradin von Hohenfels. En esta ocasión la narración se realiza en plena Segunda Guerra Mundial, aunque se mueve tanto entre hechos de ese presente como en los hechos del pasado que Schwarz narraba en Reencuentro. Dentro de un momento os narraré las circunstancias y el porqué de todo esto.

Reencuentro comienza en 1932, aunque desde el principio sabemos que se cuenta en retrospectiva y que el narrador, Hans Schwarz, tiene 25 años más que cuando comienza la historia. Hans y Konradin son compañeros de clase en Stuttgart; el primero, judío, de familia media normal, hijo de un médico, tímido y un muchacho de 16 años del montón, que no destaca por nada en especial; el segundo, hijo de una familia aristocrática cuyo linaje se remonta a siglos atrás, cuya familia profesa un odio cerval contra los judíos y ve en el floreciente Hitler a su mesías y que, precisamente por su abolengo, es el objeto de deseo de todos los compañeros de clase. Entre Hans y Konradin surge una amistad verdadera, un ideal romántico de amistad (como el propio Hans la denomina), entendiendo romántico en el sentido de una sentimentalidad excesiva, soñadora, sobre todo por parte de Hans, que idealiza demasiado el propio concepto de amistad. Cuando Hans percibe que no es bienvenido en casa de Konradin, que se avergüenza de ser visto con él en público y que no es capaz de hablarle claro, su idealización se resquebraja. Y mientras, Hitler y el comienzo de la persecución a los judíos en Alemania, cuando la guerra todavía era solo un temor, y no una realidad, empieza a ser parte del día a día.

Un alma valerosa es la réplica a esta historia, pero una réplica ciega: es decir, conocemos la versión de Konradin de todos los hechos que Hans cuenta en Reencuentro pero no a modo de respuesta, pues Konradin en ningún momento tiene conocimiento de lo que se cuenta en Reencuentro. Digamos, y aquí es donde viene el peligro de desvelar el final de Reencuentro, que en esta segunda nouvelle ya estamos en 1944, inmersos en plena Segunda Guerra Mundial, que Konradin está en una situación dramática, y que decide escribirle una carta (que no sabe si recibirá) a su querido amigo Hans, al que hace muchos años que no ve. Así conocemos no solo lo que le ha llevado a la terrible situación en la que está, sino que veremos desde su propio punto de vista los hechos que se narraban en Reencuentro, por qué actuaba como lo hacía, cómo se daba cuenta de que le hacía daño a Hans, cómo el propio apellido y lo que se esperaba de él dentro de la estirpe familiar condicionó muchos de sus pasos en aquel momento y cómo había sido plenamente consciente de que no estaba a la altura de la amistad incondicional de Hans.

La religión, aquello que finalmente acabaría por separarles, forma parte de la vida de ambos, pero mientras que en el caso de Hans, su judaísmo es heredado, nada exarcebado, apenas practicado y abierto a dudas y disgresiones, en el caso de Konradin, su cristianismo es la base de todo y no admite fisuras ni críticas, y la mera duda hace tambalear su mundo. Se ponen serios de vez en cuando y no tienen miedo a debatir y hablar sobre materias importantes, existencialistas (de hecho se revela en ambas novelas que los dos recuerdan a la perfección estas conversaciones), pero también lo hacen sobre otras muchas cosas más mundanas: libros, poesía, arte, coleccionismo, teatro, ópera, chicas... Su amistad al principio es inquebrantable; les llegan ecos de convulsión política, pero ellos creen que están muy lejos del caos, que nada puede afectarles.

La prosa de Uhlman es tan delicada, elegante y refinada que es un auténtico lujo. Dibuja a estos dos personajes con una precisión milimetrada, y por eso su componente humano, sus defectos y virtudes, quedan constantemente asimilados por las decisiones que toman en relación al otro, y les otorga una dimensionalidad tan realista, tan descarnada, que su historia, que pudo ser la historia de muchos jóvenes como ellos, no se olvida una vez leída. La brecha que el nazismo va abriendo poco a poco en la confianza entre dos amigos del alma le duele al lector casi tanto como a los personajes. Hemos leído mucho sobre la Segunda Guerra Mundial, pero sin duda la historia de Hans y Konradin se queda en la consciencia para siempre. Y la última frase de Reencuentro es, simplemente, de las que no se olvidan. Después de todo lo que has leído, duele. de ahí mi insistencia en no revelar más de la cuenta al hablar de Un alma valerosa.

Como os vengo diciendo desde el principio, esta edición de Tusquets recoge las dos nouvelles y, aunque no sé si será el mejor método (o si habrá uno mejor que otro, realmente), yo he preferido no leerlas seguidas. Leí Reencuentro, lo dejé reposar, y pasadas al menos un par de semanas leí Un alma valerosa. Pensé que era la mejor manera de darles a cada una su espacio, de masticarlas, asimilarlas y ser capaz tanto de detectar los distintos recovecos que esconde cada una de ellas, como los hilos que las unen y complementan. No creo haberme equivocado, aunque cada lector es un mundo y cada uno nos enfrentamos a la lectura de una manera diferente.

Por todo esto, y terminando, recomiendo a quien esté interesado, primero, que ni se le ocurra leer la contraportada si se hace con esta edición, porque le va a destripar absolutamente todo el devenir de la narración; segundo, que a pesar de todo, se haga con esta edición que recoge las dos obras, porque son dos joyas, breves en cuestión de páginas, inmensas en cuanto a la historia. Una vez leídas las dos, creo que forman un todo indivisible y que, si solo se lee Reencuentro, la percepción de la historia se resiente. Sí, Reencuentro es maravillosa por sí sola, pero una vez leída Un alma valerosa, la magnitud que adquieren en conjunto con respecto a la propia historia es infinitamente superior. No solo se complementan: forman un todo.
Enlace: https://inquilinasnetherfiel..
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