Mark Twain publica en 1889 Un yanqui en la corte del rey Arturo cuando Mark Twain se traslada a Warwick y se encuentra a un compatriota raro, raro, raro que -enfermo y en las últimas- le hace entrega de un manuscrito usado a modo de diario. ¿Qué encontraremos? Un señor de Connecticut que, a causa de un golpe, se encuentra con un viaje temporal a -ni más ni menos- a la artúrica Camelot, que intenta modernizar con educación, mecanización e industrialización (y de paso, llevarse unos beneficios). A partir de aquí: sátira, ironía y mucha crítica política y social; aquí no se salva Merlín, ansioso de poder, pero poco similar al de las leyendas, la iglesia ni un Arturo noble, pero necio a más no poder. Por no salvarse no se salva ni el protagonista. ¿Interesante? Mucho ¿Artúrico? Nada, no es más que el telón de fondo de una historia que podría darse en el S.VI o el S.X sin tener que variar más que los nombres. |