Entre libros

Siempre habrá lectores a los que les gusten los libros de toda la vida. Puede que les resulten más cómodos, puede que les guste su olor, es posible que prefieran seguir pasando las páginas una a una, doblarlas por la esquina superior para señalar el lugar donde retomarán la lectura, pero quiero pensar que no tendremos por qué preocuparnos si nos dedicamos a hacer bien nuestro trabajo. Siempre habrá lectores que busquen una buena recomendación de manos de un profesional, y ahí estaremos nosotros.

Quizá la gente viaje compulsivamente por el mundo (en avión, en tren, en barco, en monopatín) y se somete a infinitas penalidades de cualquier desplazamiento geográfico, porque no tiene a mano ningún libro, que es con diferencia el medio de transporte más seguro, ya que un buen libro nos permite, sin necesidad de que abandonemos el sofá o la cama, ni poner por tanto en riesgo nuestra integridad física, explorar cómodamente mundos desconocidos y apasionantes que enriquecen nuestra experiencia vital con mayor amplitud, complejidad y precisión que cualquier viaje por el globo terráqueo.

Tal vez, y esta es solo mi opinión, los libros y toda la industria que los rodea conforman el campo artístico en el que la libertad alcanza mayores cuotas de existencia, porque desde el inicio de los tiempos, el ser humano ha buscado expresarse a través de la palabra en un ejercicio de introspección compartido: no hay acto más íntimo que escribir y no hay mayor grito de libertad que el de quien se acerca a una librería a adquirir aquel libro que su espíritu reclama.