 |
Este libro es una narración a modo de memorias, que evoca el diálogo que la propia autora establece consigo misma para reconstruir un pasado -y presente- marcados por un hecho traumático y desgarrador: el as3sinato de su madre Gwen a manos de su padrastro, cuando Natasha tenía diecinueve años. El hecho culposo provoca silencio y la autora rompe ese silencio en esta narración intimista y poética. También diría, que casi confesional. El pasado es caleidoscópico, escurridizo y funciona de forma fractal. Natasha reconstruye en este libro muchas de las cuestiones que la conformaron desde su niñez: la relación interracial de sus padres en el Misisipi de los años ‘60, el vínculo ambivalente con la madre, los desplazamientos, la distancia con la familia y la no pertenencia, los conflictos raciales. Natasha escribe sobre la v|olencia de una manera que no había leído hasta ahora. Se intuye una búsqueda juiciosa en esas estructuras que se te queden resonando. Genera palabras-eco, figuras literarias que funcionan como un boomerang. Y cuando vuelven, te dejan hecha polvo. Impacta la manera en que se enfrenta a la narración, como autora pero también como ser sufriente. A medida que el libro avanza, más oscultadas son las palabras que requiere contar lo que duele. Una propia instrospección, bellísimamente elaborada y contextualizada. No solo por el carácter lírico de su estilo, sino también por la fuerza de los símbolos que escoge y las imágenes que consigue componer. Una joya. |
>
