Memorial Drive: Recuerdos de una hija

En la pasada edición de la Feria del libro me acerqué, como siempre, al puesto de Errata Naturae, una de mis editoriales de referencia. Ojeando sus publicaciones me topé con esta que desconocía y que llamó mi atención por el texto de la contracubierta.

El libro comienza con un sueño en el que la protagonista vuelve a caminar junto a su madre, ya muerta, y a la que en un determinado momento ve el rostro, atravesado por un agujero de bala. Su madre murió asesinada a los cuarenta años por su marido, y con este texto su hija quiere darle voz y contar su historia común. Hija de un matrimonio interracial en una época en la que aún estaba socialmente mal visto, Natasha es una niña muy querida pero que, al mismo tiempo, no se siente parte de nada por encontrarse entre dos mundos.

Tras la separación de sus padres, Natasha y su madre se van a vivir solas a Atlanta, una ciudad en la que, aparentemente, negros y blancos viven en comunidad (la realidad es que los blancos empiezan a irse en cuanto el número de vecinos de color aumenta). Su madre empieza a salir con Joel, un maltratador en todos los sentidos. A pesar de ello Natasha no quiere decepcionar a su madre y por ello se refugia en la escritura y en los estudios, la única forma que tiene de evadirse de su situación en casa. Es terrible el momento en el que confiesa a su querida profesora que su padrastro maltrata a su madre y esta le dice que a veces los mayores se enfadan…

Su madre busca ayuda en la Comisión para las mujeres maltratadas y consigue escapar temporalmente de la locura de un marido que amenazaba con matarla a ella o a sus hijos, pero a pesar de que durante unos meses pueden experimentar lo que es una vida más libre, él finalmente acabará matándola con dos disparos a bocajarro en su propia casa.

Este texto parece servir en cierto modo como redención a la autora, que de algún modo se echa la culpa por no haber sido ella la víctima, por haber saludado a su padrastro aquel día en el que él pretendía matarle. Hay un recuerdo melancólico y la tristeza se deja entrever en todas sus páginas, puesto que es imposible aceptar lo que se nos es arrebatado sin motivo. Pero, aún sabiendo cómo va a terminar y lo difícil que será el camino, el modo de contar de Trethewey hace que quieras acompañarla hasta el final.

"La memoria sabe antes de que el conocimiento recuerde"

Natasha Trethewey es una poeta muy reconocida en Eeuu, con varios premios a sus espaldas. Este libro es su único libro en prosa.

Memorial drive es un viaje por la memoria de la autora. Natasha, nacida en un sur de Eeuu aún segregado, justo en el día de la Memoria de la Confederación, hija de un matrimonio interracial cuando éstos aún eran ilegales, hace un viaje regresivo hacia su infancia para contar su vida y la de su madre hasta que, a sus 19 años, su padrastro la asesina a sangre fría en la puerta de su casa.

Pero recordar duele. Por eso, durante años, la autora cierra las compuertas de la memoria y decide seguir mirando hacia delante. No se permite volver a ese lugar, pero, pese a todo, el trauma se instala en su cuerpo y busca hacerle recordar a toda costa. Porque las heridas no se pueden cerrar evitando el dolor.

Natasha vuelve a Memorial Drive, a la casa en la que su padrastro asesinó a su madre. Rebusca entre las pruebas del juicio, escucha la última conversación telefónica que tuvieron, encuentra un escrito en el que su madre cuenta por lo que está pasando. Natasha nos presenta a una mujer que, desde el principio, lucha por sobrevivir y por escapar de las garras de la vi.lencia. Nos presenta a una mujer que quiere vivir, que ha decidido dejar atrás la relación que la está matando y luchar por ella y por sus hijos.

A través de recuerdos difusos, de sueños, de fotografías, la autora busca señales. Se culpa por la muerte de su madre, piensa que, sin querer, ha cambiado su vida por la suya, que ella vive por una casualidad absurda, y que, con un solo gesto, selló el destino de su madre.

"Quiza eso sea lo que hace siempre la mente cuando trata de entender acontecimientos que tuvieron lugar en el pasado, hallar un hilo narrativo, leer -mirando atrás- las señales a las que no prestamos atención entonces."

Memorial Drive es un libro muy doloroso, pero a la vez muy lírico. La forma de mirar de la autora, su forma de narrar, su incansable búsqueda de señales a través de retales de la memoria, convierten a este libro en una obra tan poética como desgarradora.

Partimos de un hecho real, que desgraciadamente, se sigue produciendo en la actualidad, es decir, una muerte por violencia de género. Natasha Trethewey —la autora del libro— es la hija de Gwendolyn Ann Turnbough, asesinada por su pareja, Joel Grimmette, el cinco de Junio de 1985.

Natasha ha necesitado treinta y cinco años para remontarse a los hechos funestos que sucedieron entonces. Aunque todo gire en torno a ese traumático hecho, la autora rememora también su pasado de infancia y adolescencia junto a su madre y su familia.
Para una hija joven, la muerte de la madre a una edad temprana, siempre va a producir un trauma que se va a arrastrar de por vida, pero mayor huella deja, si como en el caso propio que nos narra Natasha Trethewey —y tantos otros que siguen ocurriendo—, tiene lugar a raíz del maltrato continuado y del asesinato, finalmente.

El origen del libro se produce —como en alguna entrevista manifestó la autora—, a raíz de la concesión del Premio Pulitzer de Poesía en 2007, por el libro de poemas, Native Guard. En las notas se hablaba de ella, se mencionaba a su padre, Eric Trethewey, también poeta y de su madre apenas nada.

Es cierto que se lo había planteado anteriormente, pero siempre lo postergaba. al fin, a partir de ahí, quiso dar voz a su madre, porque gran parte de su vocación de escritora, se la debe a Gwendolyn.

No únicamente relata los hechos acontecidos en 1985, sino que se retrotrae a su infancia y la lucha de su madre y la familia de ella, ante la intolerancia racial. Pero además, una parte muy importante de los sentimientos de la autora sobre el pasado, nuevamente en el momento de escribirlo, vuelve a revivirlos. Ella misma, en el libro revela que mientras lo está escribiendo ha soñado más veces con su madre que desde su muerte. Tiene, indudablemente la influencia de la poesía, porque Natasha es poeta, ante todo, y eso se aprecia en la prosa. Con anterioridad, la poesía le sirvió de catarsis, como reflejó en una entrevista en 2020:

"Shelley dijo: "La poesía es un espejo que hace hermoso lo que está distorsionado". Escribir poemas, particularmente los poemas de elegía sobre mi madre, hizo esto por mí".
Natasha Trethewey a Lisa O'Kelly en The Guardian, 2020

Se da la circunstancia de que su padrastro salió de prisión en 2019. En la misma entrevista, Lisa pregunta a Natasha sobre dicha circunstancia, respondiendo la autora que gracias a que se mudó de Atlanta a Illinois en 2017, tiene menor temor, pero evidentemente, siempre existe el riesgo de que pudiera atentar contra ella.

El libro es conmovedor, mesurado y reflexivo. Es memoria, pero también olvido, como medio de paliar la aflicción causada al recordar. Sentimientos de culpa, cuando piensa que pudo haber prevenido a su madre a tiempo, del violento carácter de su futuro agresor. No hay un ápice de sentimentalismo gratuito. Y ante todo, Natasha manifiesta, su desgarro interior.

Para leer la crítica completa, acompañada de citas, documentos gráficos y sonoros, les remito a la Página:
Enlace: https://queridobartleby.es/n..

Este libro es una narración a modo de memorias, que evoca el diálogo que la propia autora establece consigo misma para reconstruir un pasado -y presente- marcados por un hecho traumático y desgarrador: el as3sinato de su madre Gwen a manos de su padrastro, cuando Natasha tenía diecinueve años.

El hecho culposo provoca silencio y la autora rompe ese silencio en esta narración intimista y poética. También diría, que casi confesional.

El pasado es caleidoscópico, escurridizo y funciona de forma fractal. Natasha reconstruye en este libro muchas de las cuestiones que la conformaron desde su niñez: la relación interracial de sus padres en el Misisipi de los años ‘60, el vínculo ambivalente con la madre, los desplazamientos, la distancia con la familia y la no pertenencia, los conflictos raciales.

Natasha escribe sobre la v|olencia de una manera que no había leído hasta ahora. Se intuye una búsqueda juiciosa en esas estructuras que se te queden resonando. Genera palabras-eco, figuras literarias que funcionan como un boomerang. Y cuando vuelven, te dejan hecha polvo.

Impacta la manera en que se enfrenta a la narración, como autora pero también como ser sufriente. A medida que el libro avanza, más oscultadas son las palabras que requiere contar lo que duele.

Una propia instrospección, bellísimamente elaborada y contextualizada. No solo por el carácter lírico de su estilo, sino también por la fuerza de los símbolos que escoge y las imágenes que consigue componer.

Una joya.