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Crítica de Daniel7


Daniel7
19 October 2020
Las secuelas de la Segunda Guerra Mundial en Varsovia se contemplan en esta novela mediante la cartografía urbana de edificios en ruinas que, al albergar incontables muertos, ejercen de cementerio. El sepulturero local, Ludwick, atestigua esta crudeza debido a la naturaleza de su trabajo. Entierros en el campo santo de la ciudad, fosas comunes o cuerpos sin vida entre los escombros de edificios que la guerra ha destruido conforman su cotidianeidad durante y después de la guerra. Asimismo, el sacerdote Eugeniusz también ha estado cerca del creciente número de fallecidos al tener que bendecir sus almas con agua bendita. Mientras iba aumentando la demografía en la necrópolis de la ciudad, las casas se iban vaciando de vivos. El terror de la guerra y la destrucción de gran parte de los edificios redujeron el número de varsovianos que aún residían en el municipio. En esta obra también se describe el abandono en establecimientos como tiendas o cafés que han sido ocupados por el polvo de la destrucción. Ya no hay clientes. Solo muertos. Esta cartografía urbana centrada en las ruinas, las ausencias y las pérdidas como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial se presentan desde la nostalgia por un mundo que ya no volverá a la vez que los cuatro protagonistas deciden reutilizar algunos de estos espacios tras librarse de ser fusilados.

Ludwick, Feliks, Kazimierz y Eugeniusz rebosan energía, jovialidad y humor que emplean para afrontar los tiempos de posguerra. Saben que se avecinarán cambios, que el enemigo ha caído y que el nuevo gobierno quizás no les dé la bienvenida a algunos de ellos porque no encajan con la visión de la reconstrucción que tienen. Ellos brindan por la vida, reuniéndose los cuatro y algún compañero más para celebrar el presente. Estos personajes interactúan con los muertos desde una cotidianeidad que, en ocasiones, resulta macabra. Este rasgo se marca especialmente en Kazimierz que yace en el sepulcro de una difunta durante unos días o decide, más adelante, tomar prestada la mano de un muerto como objeto sexual para usarlo con su pareja. Dada la realidad por la que se mueven los personajes, escenas de esta índole configuran su rutina, ya que ellos conviven cada día entre restos urbanos y humanos. Sin embargo, puede resultar desagradable para algunas sensibilidades.

La pérdida de una novela sobre Varsovia, protagonizada por polacos simboliza las ausencias de esta ciudad y su transformación en un gran sepulcro. El autor de esa obra perdida intenta recordarla, reescribirla, añorarla y preguntarse qué habrá sido de un texto que la guerra le arrebató. Se cuestiona su capacidad creativa porque cree que jamás volverá a gestar un escrito como el que ha desaparecido. Ese vacío convive con él de la misma manera que el recuerdo de la Varsovia de antes del conflicto bélico arde en la memoria de los supervivientes de este municipio. Frente a sus ojos se yerguen esqueletos de lo que fue el entramado urbano de esta localidad. En la mente del novelista se vislumbran fragmentos de la trama que no podrá recuperar. al igual que esta localidad polaca sepulta a sus muertos e inicia la reconstrucción urbana, él entierra su novela perdida y empieza otra distinta.

La ciudad que el diablo se llevó engloba las heridas, las ausencias, los despojos de la guerra desde la cotidianeidad de algunos de los supervivientes a uno de los conflictos bélicos más crudos del siglo XX en Europa. La convivencia entre vivos y muertos en una metrópolis que se ha convertido en necrópolis dibuja el tono de ese momento histórico en el que urge celebrar la vida.

Lee la reseña completa en: https://elbohemiodehojalata.wordpress.com/
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