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Crítica de Guille63


Guille63
09 March 2023
Dicen los donjuanes que la primera frase que se dice a una mujer es fundamental, que es capaz de marcar el éxito o el fracaso de la conquista. Pues bien, aunque no creo ser el primero con el que lo consigue, esta novela me ha enamorado con su primer párrafo:

“Sssst… yo conozco a esa mujer. Vivía rodeada de pájaros en la avenida Lenox. También conozco a su marido. Se encaprichó de una chiquilla de 18 años y le dio uno de esos arrebatos que te calan hasta lo más hondo y que a él le metió dentro tanta pena y tanta felicidad que mató a la muchacha de un tiro solo para que aquel sentimiento no acabara nunca. Cuando la mujer, que se llama Violet, fue al entierro para ver a la chica y acuchillarle la cara sin vida, la derribaron al suelo y la expulsaron de la iglesia. Entonces echó a correr, en medio de toda aquella nieve, y en cuanto estuvo de vuelta en su apartamento sacó a los pájaros de las jaulas y les abrió las ventanas para que emprendiesen el vuelo o para que se helaran, incluido el loro, que decía: “Te quiero”.”

(Leí por ahí que ese sssst que da inicio al texto es el ruido que hace la aguja en el disco antes del inicio de la música.)

Y no solo sus primeras frases, tampoco su “conversación” posterior le fue muy a la zaga. Desde el primer momento noté que a la novela le debía de estar cayendo muy bien porque era digno de encomio el esfuerzo que realizaba para gustarme y mantenerme a su lado. Yo me dejaba querer intentando disimular lo encantado que estaba, no fuera a ser que bajara su solicitud hacia mi persona.

Paseamos mucho por esa ciudad suya, me presentó a negros y a negras de interesantes a muy interesantes, me contó muchas historias tristes, alguna alegre y también brutales, me dejó entrever otras vidas, como cuando al pasar cerca de una ventana abierta oíamos voces, risas, lamentos, súplicas (pégame pero no me dejes) y música, mucha música de esa que me contó que la volvía consciente de la vida que tenía más abajo de la cintura, así como del rojo de sus labios...y estas cosas que me decía a veces me hacían pensar si no sería solo sexo lo que buscaba en mí, pero hasta esto le perdonaba cuando me susurraba al oído que era ridículo, delicioso y terrible.

En definitiva, qué les voy a decir, como otras parejas, tuvimos historias de celos, historias de gritos y besos, de azúcar y sal... aunque no sé qué pensará ella, porque, la verdad, yo nunca fui un amante ideal.
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