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Las personas expertas en vino saben distinguir los aromas que emanan del caldo, esas sustancias volátiles que ascienden y son detectadas por el olfato. Las personas lectoras también distinguimos los olores de los libros: no solo los de la tinta y el papel, sino también esos que encuentra la mente y no el olfato. Los hay que huelen a leña, a hogar, perfectos para leer cobijados con una manta; otros huelen a algo metálico, a electricidad, a tensión... Este del que os hablo desprende el rico aroma del té y de galletas recién hechas. Huele a campiña inglesa, a pueblo con una vida sencilla. Y a misterio. Milford es un tranquilo pueblo inglés en el que los chismorreos forman parte de su paisaje sonoro. La tranquilidad se rompe cuando el abogado Robert Blair recibe una llamada de Marion Sharpe solicitándole ayuda legal, puesto que su madre y ella están siendo acusadas de secuestrar y apalear a la jovencita Betty Kane, que en su declaración policial describe con bastante detalle la casa de las Sharpe. Blair decide entonces, ante la pasividad de Scotland Yard, comenzar a investigar a Betty para tratar de descubrir la verdad del asunto. ¿Fue secuestrada o no? Y así nos presenta la autora un misterio clásico en el que la prensa sensacionalista está presente, con sus zarpas desgarrando la carne de la que van a alimentarse algunos habitantes de la zona, y en el que pesan también las primeras impresiones y las ideas preconcebidas. No esperéis un misterio de esos que tienen un ambiente frío y denso. Esta es una intriga francamente entretenida, con sus puntos de ironía, sazonada con los dedos acusadores y los cotilleos de quienes habitan Milford. Y esos aromas que desprende, de los que os hablé antes, la hacen perfecta para leerla en compañía de una bebida caliente y una manta, y así disfrutar de un misterio cocinado sin prisa pero sin pausa. ¡Una novela deliciosa! Enlace: https://www.instagram.com/p/.. |
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