Las sepultureras

Taina Tervonen, como periodista, siguió el trabajo de dos mujeres que trabajaban con los cuerpos de los desaparecidos de las guerras de los Balcanes en los noventa: Senem, una antropóloga forense y Darija, una investigadora. Una desde el mundo de los muertos y otra desde el mundo de los vivos, ambas desbordadas por el mismo contexto, la misma realidad: el silencio de la guerra (Senem trabaja identificando los huesos humanos encontrados en fosas comunes y Darija lo hace en contacto con las familias de los desaparecidos que esperan recuperar por lo menos el cuerpo). Ambas, a su manera, se encargan de hacer hablar a los muertos para reparar a los vivos. Aunque en realidad separar así el mundo de los vivos del de los muertos no tiene tanto sentido, sobre todo cuando este libro nos recalca lo contrario, la muerte está latente entre los vivos, en este caso una muerte dentro de la tierra, donde la vida persiste y orgánicamente se transforma.

Una historia potente en su temática y tal vez un poco fría en la narración. Arroja muchas preguntas y reflexiones en torno a la guerra, a la justicia, a la muerte, al silencio y a la esperanza de aquellas personas que han perdido a sus seres más cercanos, que han sido borrados por la guerra pero que movilizan desde la memoria, a través de sus cuerpos, de sus huesos.

Es un libro muy interesante como documento y también como historia en la que las protagonistas dejan de lado cualquier intento de heroísmo y bajan a la tierra (también literalmente) su trabajo con los vivos y los muertos, desde la humildad necesaria, aveces también con frustración y dudas sobre el alcance de su labor. En este sentido el libro recorre la pasión, en el día a día, de dos mujeres comprometidas y profundamente humanistas que abrazan la búsqueda de la verdad.