Rewind

El primer capítulo del libro nos sitúa en un piso de estudiantes en Lyon. En él habita un grupo de lo más variopinto que conoceremos a través de los ojos de Paul, estudiante de Bellas Artes francés, pero todos ellos tienen en común esa característica ilusión y ganas de experimentar la vida típica de la etapa universitaria o comienzo de la veintena. Su vida parece perfecta hasta que se produce una explosión en su edificio, quedando como único superviviente Paul.

“Ahora soy otro. Nadie se recupera de algo así de tal modo que la vida vuelva a su sitio despacio. Simplemente no hay un sitio al que regresar.”

Tras estas primeras páginas en las que todo parecía encajar, el puzle se desarma y no hay modo de volver a juntar las piezas. ¿Y cómo seguir una historia que parece totalmente destrozada? Pues, muy inteligentemente, Tallón decide utilizar otras voces para reconstruir los hechos, ya sean posteriores a la explosión o relativos a las vidas de alguno de ellos. Así sabremos cómo son los días siguientes para el padre de Emma o la quiosquera amiga de los chicos, la médico de la ambulancia relatará su experiencia en el piso tras la explosión, y la hermana de Luca contará cómo su vida y la de su familia se vio afectada por su muerte.

Si bien al principio todo me parecía demasiado perfecto, como si se tratara de un relato imposible de esos que ves en las series de televisión, según se avanza en la lectura toda esa realidad desaparece dejando lugar a un vacío muy grande, casi tangible. Y esa sensación la transmite perfectamente Tallón a través de las distintas voces, como si fuese imposible sobreponerse a una tragedia así. La historia me ha tenido totalmente enganchada, creo que está muy bien narrada, y lo único que no me ha convencido, quizás por innecesario, es la explicación del origen de la explosión. Porque el punto fuerte del libro es esa capacidad que tiene de hacerte sentir una pequeña parte del dolor de sus protagonistas, sin necesidad de saber el porqué.