El niño que quería construir su mundo

Me atraía mucho esta novela porque intuía que sería una historia de emociones y me enseñaría algo más sobre el autismo (del que sabía más bien poco), y aunque se ha alejado algo de la idea que tenía sobre ella, me ha parecido una maravilla como Keith Stuart retrata el tema y nos acerca a una familia que está en sus horas más bajas. Vamos, viendo cómo se desarrolla todo a través de Alex, el padre de familia y el mayor protagonista, es su historia y como tal vemos sus sentimientos, miedos y preocupaciones.

Aunque el libro es una pequeña obra de arte, hay momentos que se hacen un poco lentos o monótonos, porque es una historia de personajes, donde la acción y las aventuras no tienen ninguna cabida y se trata más de explorar lo que les pasa en sus vidas, los efectos que tienen los unos en los otros y ese tipo de relaciones humanas. Por lo que los personajes están muy bien perfeccionados al girar la trama entorno a ellos. Alex empieza siendo un poco idiota, lleno de conflictos, angustia y con un pesado equipaje de su pasado que carga a sus espaldas, esto y el hecho de que nunca está presente ni se implica con su hijo ha causado estragos en su matrimonio... pero poco a poco veremos como evoluciona, como va cambiando y viendo las cosas de otro modo; otro personaje muy bien retratado es Sam, un niño de 8 años con autismo al que le cuesta sociabilizar, tiene dificultades en el lenguaje, en el aprendizaje va un poco rezagado, le asustan los sonidos fuertes y el bullicio y siempre tiene que tener planificado el día, pero en Minecraft encuentra un lugar perfecto para él, donde todo está establecido y puede ser y hacer lo que le plazca, así crea un vínculo con su padre y veremos cómo el pequeño también intenta superarse día a día a sí mismo; además, la relación padre/hijo ha terminado por maravillarme, es tan bonita.
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