Drácula, el no muerto

Presentándose como el sobrino bisnieto de Bram Stoker (autor de la original novela “Drácula” de 1897), Dacre Stoker cuenta con la colaboración del actor y guionista Ian Holt, para tomar el relevo de la genialidad de su antepasado y dar continuidad a la historia del vampiro más famoso de la literatura (y, en general, del panorama cultural de los dos últimos siglos) y los personajes que se enfrentaron a él y cuyos nombres y proezas han quedado grabados en el imaginario popular no sólo por la gran adaptación cinematográfica de 1992, sino también por la prolija obra de Hammer Productions entre los años 50 y 60 especialmente recordada por su actor protagonista, Christopher Lee. La novela se desarrolla 25 años después que la “primera entrega”, con los personajes viviendo con la carga de lo que sufrieron años atrás. Sin embargo, lo que más llama la atención es el radical giro que recibe el tratamiento del personaje de Drácula, villano indiscutible y literalmente desalmado que nos presentaba Bram Stoker. En la presente obra contaremos con nuevos villanos, algunos procedentes del folclore histórico tradicional en cuestiones vampíricas y otros más terrenales como es el propio Jack el Destripador introducido ya en la sinopsis que nos ofrece la misma editorial. Con todo ello se nos presenta un ambiente de misterio propio del enrarecido aire de los suburbios del Londres del comienzo del siglo XX, la decadencia y la nostalgia serán las notas dominantes en la mente del lector que se aventure en la evolución de los antiguos héroes que hubieron de enfrentarse a Drácula previamente. de esta forma, contamos con una obra que encandila y envuelve como cualquiera de las mejores novelas negras de la literatura; sin embargo, poco podemos encontrar de la prosa y los recursos narrativos del ilustre Bram Stoker. Recordemos que el lector de Drácula (el original y genuino) se encontraba con una composición a base de ficticia correspondencia, notas, fragmentos de diarios, etc que le sumergían en una historia que no precisaba de detalles macabros o especialmente gráficos para originar esa cierta incomodidad que le es familiar a cualquier aficionado a la mejor literatura de terror. Sin embargo, en la pretendida secuela, se nos presenta un tiempo lineal, como cualquier novela al uso, no carente de truculentas escenas que, si bien no nos sobran en la trama, no evocan nada de lo plasmado por el escritor original. Llama especialmente la atención el desarrollo de los personajes que tanto recuerda a la producción cinematográfica de 1992 en tanto en cuanto ofrece detalles que en ningún caso se desprenden del libro de Bram Stoker. Si bien es cierto que su sobrino bisnieto argumenta la utilización de las notas que plasmó su pariente a lo largo de la primera edición de su obra, no puede dejar de despertarme más la sensación de encontrarme ante el guión de una secuela para la gran película que se ha mencionado anteriormente, que ante la segunda parte de una obra cuyo desarrollo y, sobre todo, conclusión, poco tienen que ver con la trama de “Drácula, el no muerto”.