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Los dulces años es una historia de un amor que se cuece a fuego lento y es que ellos dos no podrían ser más distintos. Teddy está desencantado de la vida, ha aprendido a vivir conforme a lo que tiene, a que los días se sucedan uno tras otro sin cambios y no se plantea que nada altere el curso de su vida diaria, es más, no quiere que nada la altere. Por otro lado está Linnea, una joven, mucho menor que Teddy, que propio a su edad está lista para comerse el mundo. Está llena de planes e ideas y llega al pueblo para dar clases y demostrar que es toda una mujer, por más que de vez en cuando sea todavía más niña que una mujer hecha y derecha. Ambos protagonistas chocan continuamente pero aunque la edad marca una diferencia entre ambos en realidad eso es lo de menos. Lo que de verdad marca la distancia es que vienen de entornos sociales muy distintos. Alta burguesía de una gran ciudad ella, un agricultor de un pequeño pueblo él. Sin embargo, lo más bonito de esta historia viene precisamente de esas diferencias, es una gozada cómo se van acercando y cómo se acaban respetando y comprendiendo el uno al otro hasta llegar a amarse. Aún así, si me preguntan lo que hace verdaderamente especial esta historia es la forma de escribir de LaVyrle Spencer que con su pluma pausada pero sin llegar a extremos y sus bellas descripciones nos narra esta historia de tal forma que hace que te llegue. Además, le agradecí especialmente que aún cuando suceden cosas que te encogen el corazón no se ceba en ellas como suelen hacer otros autores, pasan cosas tristes, es ley de vida especialmente en la época en la que estaban pero no se recrea en ello de forma que seguir leyendo es casi torturante como suele ocurrir en libros de otros autores. Por supuesto, sobra decir que leeré más libros de esta autora sin duda alguna. |
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