Te di ojos y miraste las tinieblas

Tenía tantísimo miedo a que después de “Canto yo…” el siguiente libro de Irene Solà me decepcionase que empecé este asustada. Y no, con este libro puedo confirmar que esta autora es una de las mejores cosas que nos ha pasado estos años. Y es que ha conseguido algo que no me ha pasado nunca: acabar un libro y volver a empezarlo del tirón.

En esta novela Irene Solà nos vuelve a transportar al Pirineo, a una masía habitada por una saga de mujeres condenadas tras haber hecho un pacto con el demonio. Por momentos he sido una mujer más atrapada en el Más Clavell entre la vida y la muerte mientras leía, en esa casa que se agarra al suelo como una garrapata, entre olor a vísceras y morteruelo, oculta de todos los hombres para protegerse de ellos. Porque al final, estas mujeres han tenido que llegar a este extremo para intentar salvarse de ellos, aunque hayan acabado condenadas.

Si esperáis encontrar un argumento parecido a los de otras novelas de Irene Solà, quitaos esa idea. Pero para mí es un gran acierto alejarse, me ha demostrado con un tema totalmente diferente sigue siendo una narradora espectacular. Esta es una novela oscura, endemoniada, cruda, visceral; pero para mí también es un canto a esas mujeres que han tenido que hasta hacer pactos con el demonio, que han decido abrazar la oscuridad.

Formalmente, es una maravilla. El estilo de Solà es que es indescriptible, para mí es incomparable. ¿Cómo se puede estar narrando algo tan crudo y violento y hacerlo tan bello? Y otro aspecto fascinante es el tiempo en la novela. Porque nos narra un día y, a su vez, una decena de años en la vida de estas mujeres. Esto hace que, como pasaba en novelas anteriores, haya que ser paciente con esta lectura, porque al principio te sientes perdida y que nada encaja, pero poco a poco todo cobra sentido y colocas todo.