De nuevo me he animado a leer un libro de Irene Solá para disfrutar. Sus atmósferas rurales, bucólicas con tintes de realidad y ficción, dónde todo tiene voz y conciencia, es un regalo para el y la lectora. En este caso, Ada, que retorna en verano a su casa familiar después de vivir en Inglaterra por un tiempo, nos narrará todo a partir de cuentos fictios. Ada quiere escribir y hará uso de su imaginación, su familia y su entorno para ir creando cuentos que juegan con recuerdos, ensoñaciones, predicciones y propias invenciones. Así es como también Solá juega con nosotras presentándonos distintos escenarios de distintos protagonistas y deja al juicio del lector pensar si algunas cosas pasaron o no pasaron en realidad, si pasó tal como Ada lo recuerda o si hay señales de su propio imaginario. Es una lectura para dejarse embaucar y aunque no sea igual que “Canto yo y la montaña baila”, merece la pena darle la oportunidad porque en algunas páginas encuentras ese puro estilo Solá de realismos mágicos y creencias ancestrales. Irene Solá tiene una pluma increíble. Un libro bello para dejarse llevar por sus páginas. |