Cuando tomábamos café

Madrid es el escenario al que nos traslada J.C. Sánchez, en este libro, que nos transporta a los últimos años de régimen franquista. Cuando el movimiento cultural y social pese a la dificultad, se movía de manera cada vez más notable en un intento por conseguir un cambio. Donde se entremezclan aquellos que por gozar del favor de Franco, hacían cuanto les apetecía, incluso llevándose por delante vidas, pero sobre todo, enriqueciéndose fraudulentamente con total impunidad, ya que si bien es cierto, que en algunos casos, se les condenó, los indultos se utilizaron para que no permaneciesen en la cárcel, con los burgueses, familias con dinero y posición, donde primaban las apariencias en la mayoría de los casos incluso sobre la educación si se era mujer, porque se estaba destinada a ser simplemente un complemento del esposo elegido, pero con notables excepciones, donde las mujeres con educación, luchaban con ahínco, para que se las tuviese en cuenta y respetase, dedicando su vida a perseguir el reconocimiento de sus méritos renunciando frecuentemente a formar una familia y el pueblo llano, que es al fin y al cabo el motor de una nación, la mano de obra, que por las circunstancias, la mayoría de la veces, por necesidad, empezaba a trabajar desde una edad temprana, para contribuir a la economía familiar. de los personajes, me gustan especialmente Antonio, Constanza, Margarita y Pepita. Y francamente detesto a Adolfo, Palacios, Eugenio, Adela y Carlos. Me dejo muchos personajes en el tintero, todos importantes, porque todos tienen su relevancia en el desarrollo de la historia. Con todos ellos junto con la narración el autor consigue atraparnos, hacer que nos emocionemos, que sintamos nostalgia, asco, indignación, ternura. Una grata sorpresa, ya que no sabía si el libro me iba a gustar. No solo me ha gustado, sino que lo recomiendo.