El mar detrás

La mayoría llegan por mar.
Pagan a las mafias con unos ahorros que han de inventar.
Huyen. Unas veces por pertenecer a ideologías distintas. Otras, las más, por pura supervivencia.
Siempre, escapando de las balas, el hambre, la miseria o la muerte.
A menudo, por todas ellas.

Un largo camino a pie. Después, una ínfima balsa donde no queda espacio para respirar y cada gota de gasolina consumida puede ser el último latido.

Miedo, cuerpos y almas destrozados, ojos llenos de profunda tristeza.
Confusión.
Desesperación. Esos, los que llegan.
Los que no, una fosa común, si es que son encontrados.

Cementerios. Gran surtido.
De chalecos salvavidas. de pateras llenas de agujeros por donde entra el agua y escapan vidas.
De fantasmas numerados.
Campos de refugiados se les llaman.

Centros de acogida donde nombre y apellidos son cifras. Así se les conoce.
Así se les identifica.

Hombres, mujeres y niños a la espera de una legalización que jamás llega. Porque su conflicto no fue televisado.
Refugiados de tercera división.

El mar detrás es la ficción de una realidad que mantenemos alejada de nuestra área de confort.

Isata es una niña de edad incierta. Su voz está perdida en su estómago. Justo al lado del único equipaje con el que llegó al campo de refugiados.
El trauma que le impide hablar.

Vive sola, sin familia. En un contenedor de mercancías adaptado como hogar.
Compartiendo colchón con otros que como ella, quedaron huérfanos en su "crucero" por el mar.

Adoptada por Dibra, que alcanzó la orilla con su padre, pero que nada sabe del resto de su familia.

Se comunican por gestos, por sueños, por anhelos y por brillos oculares que siempre dicen más que millones de palabras.

Ginés Sánchez se estrena en la literatura juvenil con una novela que duele, pero donde la esperanza oxigena heridas profundas.

Narrada en primera persona adaptando el lenguaje a su protagonista es, de prosa ágil, sencilla.
Sin tapujos, nada esconde, aunque prefiere el uso de cierto lirismo, en lugar de ahondar en detalles escabrosos.

Relato de superación, de amistad y de búsqueda.
Grito de los que no tienen voz.
De los que no tienen otro horizonte más allá de las interminables colas para todo.

De los que tienen cercadas sus esperanzas por una triple valla diseñada para herir o matar.
Y aún así, saltan.

Un texto capaz de abrir mentes, de hacernos tomar conciencia que existen personas que han perdido hasta su identidad, que son apartados de la sociedad y cuyo único delito fue escapar del infierno en busca de un futuro, ni mejor ni peor, pues en realidad, ni eso poseen.

Muy recomendable tanto para adolescentes como para los que pintamos canas.

PD. Agradezco nuevamente a Babelio y a SM el envío de este ejemplar por su programa "masa Crítica"

Y al autor por el impagable trabajo de dar voz a quienes no se les escucha.