La novela aglutina la conjugación ideal entre prosa envolvente y primorosa, una acertada trama principal y el perfecto acompañamiento del resto de historias resueltamente hiladas. Para remate el desarrollo de los personajes principales sobresale por lo habilidoso y atinado. Nada queda cojo en un relato que, a priori, puede resultar denso. La novela es amena porque está bien contada, construida con giros lógicos. La base histórica también está ahí como un aliciente más que acompaña al lector a través de los capítulos. Volviendo a la prosa, destaca el ejercicio de "paisajeo" del autor con el que nos acerca de manera tan creíble a las calles y cocina de la época. Algunos párrafos donde abunda este detalle son sencillamente magistrales. Esto a día de hoy no parece agradar a todos los lectores que, apresurados por querer llegar no se sabe bien a dónde, confunden la técnica del saber contar con lo que entienden por circunloquios prescindibles. Quizá por esto no se valore igual por aquellos habituados en exceso a la escritura de las novelas publicadas durante los últimos quince años. En mi opinión, Adalid le hace un favor a quien se adentra en estas páginas guiándolo con su excepcional prosa hasta el corazón de la Córdoba califal en los albores del año 1000. |