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Crítica de Guille63


Guille63
13 March 2023
Simenon es un hábil creador de ambientes inquietantes y de personajes tortuosos que llegan realmente a incomodarnos mientras, como en este caso, escuchamos a un narrador distante con los hechos, actitudes y sentimientos que relata, y al que, en fuerte contraste con esa posición neutral, sorprendemos (y nos sorprendemos) dudando o cuestionando las reacciones del personaje central.

En este libro entramos en una ciudad ocupada, en la que, como en toda ciudad ocupada, se entremezclan aquellos que deciden no resignarse y luchar con los que únicamente se dedican a sobrevivir y aquellos que decidieron colaborar para no empeorar sus vidas. Uno de estos últimos, el hijo despótico de una madame(*), es un ser frío y sucio como esa nieve que bordea las calles, un arquetipo de la necesidad de límites que el ser humano precisa para no resbalar por cualquiera de los muchos abismos con los que la naturaleza nos ha dotado en potencia.

En este sentido, me ha recordado muchísimo a aquel gran personaje dostoievskano de Memorias del subusuelo. Alguien imposibilitado para vivir, que no encuentra sentido en nada, que parece buscar su propia desdicha a través de la desdicha de los demás a los que desprecia pero que en el fondo ansía amar y de los que en el fondo desea ser amado… aunque el precio a pagar por descubrir ese fondo sea tan alto como en este caso.

“… pensar por fin (…) en una ventana, en cuatro paredes, en una habitación con una cama, un hornillo –no se atreve a añadir la cuna-, en un hombre que se marcha por las mañanas sabiendo que volverá, en una mujer que se queda y que sabe que no está sola, que jamás estará sola, en el sol que sale y que se pone siempre por los mismos sitios, en una tartera de hojalata que uno lleva bajo el brazo como un tesoro, en unas botas de fieltro gris, en un geranio que florece, en cosas tan sencillas que nadie las conoce, o que la gente desprecia, de las que llega incluso a quejarse cuando las posee.”

Otros paralelismos con la novela de Dostoievski, aparte de esa nieve que es el paisaje de ambas obras, es la renuncia al amor, no exenta de cierta compasión como (así lo he entendido yo) forma de autocastigarse o redimirse (la Liza rusa toma aquí el nombre de Sissy) o ese desvarío por traspasar los límites.

Pero también hay grandes diferencias en el planteamiento de ambas obras. Si al personaje del subsuelo le desbordaba la pasión, la rabia, al protagonista de Simenon le caracteriza una inhumana frialdad; si el primero se hundía en profundas y oscuras reflexiones, el segundo es un ser que actúa por impulsos, sin saber por qué ni para qué ni preocuparle las consecuencias, incluso las que el hecho pueda tener para sí mismo;

“Son cosas que no se explican, que es inútil tratar de hacerle comprender a alguien; es absolutamente necesario que ocurra; después, estará tranquilo.”

si el dostoievskiano elige la humillación y el placer en esa humillación como única forma de traspasar los límites que desprecia, reflejo del rechazo que le producen los demás y hasta (o sobretodo) él mismo, el simenoniano, en igual circunstancias, toma el camino del mal por el mal, sin justificaciones ni excusas.

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(*) He leído algunos datos biográficos del autor y parece que, además de un putero superdotado, fue antisemita y colaboracionista con el régimen nazi. La novela está escrita desde su destierro en el país que quiso protegerle una vez acabada la guerra, los USA, y las malas lenguas comentan que la novela está basada en la vida de su hermano (parece ser que era el preferido de su madre, con la que George no se llevaba especialmente bien y a la que aquí dio el papel de madame) que, por cierto, acabó su vida en España protegido por el régimen franquista.
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