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Lo primero que hay que decir, para quien no la haya leído, es que es epistolar. Eso hace que puedas acercarte a los personajes desde la cercanía que uno pone cuando se comunica con sus seres queridos. Es un recurso que, en este libro, es un gran acierto por que uno de los grandes temas que aborda es la soledad, el deseo de pertenecer a un grupo, a una familia, de establecer lazos emocionales, de reconocerse en los otros. Frankenstein no es el monstruo, la criatura. Es el doctor que la crea sin pensar en las consecuencias de su investigación. Ese es otro de los grandes debates de la obra: la ciencia tiene que pensar en las consecuencias de sus avances, de cómo pueden ser usados o mal usados. Y esa idea plasmada en 1818 -año en el que se publicó la novela-, es maravillosa, preclara. Acercarse a Frankenstein es sorprendente, volver a ella es mejor. |
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